La noche le relaja, pero no tanto como para
desatender la conducción de su megacamión. Sonríe. La entrega de los hubots en la base de lanzamiento
espacial de Bayer, en Gibraltar, ha sido
realizada sin demoras.
Jos
recuerda cuando le encargaron el trabajo.
Su amigo de correrías de la adolescencia, Walhamm, contactó con él después de
muchos años sin relación. Le contó que trabajaba en la multinacional Bayer, en la división Moonbot, que se dedicaba a la
fabricación de robots para el trabajo en el exterior del planeta y
concretamente en la extracción de regolito en la Luna. Walhamm le encargó el transporte de doscientas unidades de hubots desde Barcelona a Gibraltar. Un
trabajo bien remunerado que le permitiría una cierta estabilidad económica en
los próximos meses.
Como agradecimiento personal, Walhamm le regaló un pendrive.
—Jos,
este regalo es por los viejos tiempos. No lo conectes hasta que estés de
vuelta. —Sonríe pícaramente. Esa sonrisa que bien conocía Jos.
Jos
guardó el pendrive en su bolsillo y se
despidió de su amigo.
Ha llegado el momento. Jos conecta el pendrive y
la holopantalla se despliega. Walhamm
sale en primer plano:
—Hola amigo, este regalo servirá para
relajarte. Te lo mereces por tu trabajo bien hecho. Es una entrada al Club XXX
en Zaragoza. Además, participarás en el sorteo para tirarte a China, la hubot sexual más deseada de Europa. —Un código aparece en
pantalla—. Debes escanear el código con tu teléfono móvil. Por los viejos
tiempos, Jos. —Walhamm, se despide guiñando un ojo.
Jos sigue
absorto en la conducción. Cuando reacciona, inicia un monólogo.
—¡Mierda! La madre que te
parió, Walhamm. No debo ir.
Respira profundamente y sigue
reflexionando.
—Pero, una canita al aire con autocontrol no me
vendría mal.
Intenta dispersar la idea observando la foto de
su mujer e hijos que tiene en la cabina.
—La tentación es fuerte, pero la venceré —dice
para sí.
Horas más tarde, llega a Zaragoza, al parking
automático del Club XXX. Baja del megacamión y se dirige a la entrada mientras
su vehículo desaparece hacia el hangar del aparcamiento.
En la puerta de acceso, los porteros golpean a
un muchacho.
Jos sigue su camino. Uno de los gorilas de la
entrada le bloquea el paso.
—Aquí solo se accede con invitación —dice
poniendo la mano en su pecho.
Jos observa
como la mano izquierda del tipo comienza a cerrarse hasta convertirse en un
mazo.
—La invitación está en mi móvil. —balbucea
mientras lo saca de su bolsillo.
El gorila le arranca el móvil de sus manos y lo
acerca a un cuadrado de la pared. El cuadrado se ilumina de color verde. La
cara del gorila muestra un simulacro de sonrisa.
—Mil disculpas, señor Jos. Puede pasar. Que disfrute de la visita.
El tipo se aparta cediéndole el paso y, a su
vez, le libera de la presión en el pecho.
La puerta se abre sola y asoma un hubot que parece hecho a retales con una
bandeja.
—Hola Jos.
Tu invitación incluye estas ampollas y pastillas. —Los sensores del hubot detectan un cambio en las
facciones de Jos y reacciona —No te
preocupes, están numeradas y controladas; no están adulteradas. Feliz estancia
y suerte.
Jos se
guarda, las tres ampollas y las tres pastillas en el bolsillo,
Con el rostro serio comienza a bajar la rampa.
El calor y el hedor que le llega le hace pensar en la bajada al infierno.
El pasadizo cambia su luz blanca y brillante,
por una más tenue a media que desciende de nivel. La música machacona ya es
atronadora. Las luces de colores y el humo aparecen al fondo. Jos comienza a sudar. Sus ojos le pican
y se enrojecen. Se toma la primera ampolla junto a la primera pastilla.
Cruza la pista dirigiéndose a la barra.
Sin mirar a nadie, pone su dedo índice en la
pantalla de la barra y solicita su bebida. Inmediatamente aparece una mujer semi
desnuda con un vaso en una de sus manos. Su piel brilla. Sus pechos tienen una
especie de cazoletas, que cubren los pezones, de color rojo fosforescente. Sus
labios son verdes, como su pelo, y su sexo está rodeado de una carcasa anti
violación sujeta a la cintura. Se contonea sensualmente y su voz es dulce y
directa al cerebro.
—Hola Jos,
aquí tienes tu copa —dice mientras se acerca hasta no dejar distancia entre
ambos—. Si no tienes fortuna en el sorteo yo te lo hago gratis y “natural”.
—Mientras le susurra en el oído, le soba el pene por encima del pantalón. La chica
se separa ligeramente y le da un beso en los labios, intercambiando fluidos.
Se aleja. Jos
mira su culo. La chica, las pastillas, las ampollas o las tres cosas juntas le
han provocado una erección que amenaza con perforar sus pantalones. La
testosterona alcanza niveles demasiado altos. Bebe la copa de un trago y se va
al baño a masturbarse.
Algo aliviado, se toma otra ampolla y otra
pastilla.
Regresa a la pista justo en el momento en el
que la música deja de sonar y un tipo feo, gordo y calvo, sube a la tarima
central y coge el micro.
—Estimados señores. Es un placer para mi club
presentaros a China.
Aplausos y silbidos reciben a una estilizada y
curvilínea chica que aparece tras los focos. Su contoneo es simétrico y
acompasado, felino. Su cara aniñada, con ligeros rasgos orientales. Su pelo
rubio brillante, media melena. Sus pechos redondeados, ligeramente erectos; sus
oscuros pezones apuntan hacia delante, desafiantes. Un pequeño slip le cubre el sexo. Al llegar a la
altura del calvo se detiene con las piernas ligeramente abiertas, acabadas en
unos tacones que parecen unidos a su piel, estilizando aún más su figura.
—Señores, esta es China, —ella levanta los brazos—, el objeto del deseo sexual más
brutal de Europa y hoy puede ser para alguno de vosotros. Ir preparando vuestros
códigos y suerte.
El tipo se retira ante el clamor de los
insultos y aberraciones que sueltan los clientes.
La música vuelve a invadir el ambiente. China comienza a moverse, a bailar.
Sus pies parecen no tocar el suelo. Su cadera realiza movimientos imposibles, hacia
delante y atrás, hacía derecha e izquierda, rápidos, lentos. Sus ojos brillan y
sus labios se redondean como si fuera a recibir las embestidas de un pene.
China se
acerca al público. estos gritan como hienas antes del ataque, pero Jos no los oye.
Algunos de los asistentes no aguantan la carga
sexual del espectáculo y sacan su pene buscando donde meterlo. Otros masturban
a sus vecinos.
Un tipo se acerca a Jos y le intenta bajar los pantalones. Jos aparta al hombre de un empujón y mira a China. Ella le ha visto y no aparta la mirada de él. Jos, eyacula sin tocarse. La última
ampolla y la última pastilla entran en su boca casi sin darse cuenta.
Su móvil se ilumina de color verde y vibra. Un
foco rojo tiñe su cuerpo. Se hace el silencio. Es el ganador.
Impulsado por el resorte de los estupefacientes
y la excitación, se lanza a la tarima. Se acerca a China y le arranca el slip. La empuja hasta dejarla a cuatro
patas. Se baja el pantalón y allí mismo la posee. La música vuelve y la gente
regresa a la realidad. Gritan:
—Más fuerte, dale más fuerte.
—Queremos sangre…
Jos, detiene
las embestidas al culo de China. Se
sube el pantalón y carga con ella en su hombro. Una luz se enciende iluminando
un pasadizo señalizando el camino.
La puerta de la habitación está abierta. Jos arroja su carga contra la gran cama.
Se arranca la ropa y agarra a China
por el pelo llevando su cabeza hasta su pene. China ya sabe lo que va ocurrir y prepara su boca y garganta. Jos embiste con toda su fuerza contra la
garganta de China, segundos después
se corre.
Insatisfecho, vuelve a empujarla dejándola boca
arriba. Le abre las piernas hasta desgarrarlas ligeramente, se tira encima de
ella, muerde sus pechos hasta reventarlos y empuja, empuja, empuja…
Jos, hace
tiempo que está ausente, un animal inmisericorde ocupa su carcasa humana.
La pierna izquierda de China cruje por las
brutales embestidas de Jos. China no se queja, asume su papel y le
pide más. Jos repara en ello y tira
de la pierna para voltearla. Su miembro enhiesto ensarta el culo de la hubot y Jos empuja, empuja, empuja.
China
enrojece, sus labios se amoratan, sus oídos y nariz supuran un líquido verde
que también aflora en su entrepierna. Jos
vuelve a eyacular y aparta a China con
toda su fuerza, estrellándola contra la pared. La cabeza de la hubot cruje y sus ojos se cierran. Jos detiene su furia y mira a China, tendida en el suelo en una
posición imposible, con las piernas muy abiertas, rígidas.
El animal se marcha y Jos regresa. Como si acabará de aparecer en la habitación, mira a
su alrededor. La cama, el suelo y la pared están llenas del líquido verde que rezuma
de China. Él también esta pringado.
—¿Qué he hecho? —Jos se agarra la cabeza y se arrodilla.
Se incorpora. Recoge los restos de sus ropas.
No puede apartar la mirada de China. Lo que queda de su juguete roto. “Eso es.
El juguete se ha roto. Es una máquina”, se dice mientras sale corriendo de la
habitación.
Su megacamión le espera. Arranca y entra en el
túnel de la autopista. Jos sigue
llorando.
—¡Ella es una máquina! —grita mientras
gira el volante violentamente hasta golpear contra la pared.
El dueño del club entra en la habitación de China. Sonríe.
—Ese hijo de puta se lo ha pasado en grande —dice,
mientras se agacha para valorar los daños del hubot. Saca su móvil del bolsillo y lo dirige a su boca
—¡Recuperación de hubots! —dice.
Unos segundos más tarde, el contacto se
produce.
—Enviamos una unidad de recogida.
Alex sabe que hoy irá a dormir tarde. En la
camilla del laboratorio, el servicio de recogida ha depositado un hubot para una reparación. Alex aparta
ligeramente la sábana y ya no importa el cansancio que arrastra. Vuelve a tener
en sus manos a China, la hubot sexual más impresionante jamás
fabricada.
Retira completamente la sábana y observa los
destrozos de China.
—Pobrecita —dice mientras pulsa en la pantalla
de la camilla para escuchar el informe. Aunque no sea necesario.
“Hubot procedente del Club XXX. Precisa cambio
de la dermis en su totalidad. Reparaciones en el miembro inferior izquierdo.
Reajuste de las articulaciones de la pierna izquierda. Probable cuello roto.
Ligeras supuraciones en oídos, nariz, vagina y ano. Precisa complementación de
fluidos. No se observa nada más en una primera exploración. Se adjunta back up para su reprogramación en caso
de ser necesario”
Los ojos de Alex intentan retener las lágrimas.
China está destrozada.
Se dirige a la pared que hay detrás de la
camilla y abre dos de los enormes contenedores. Los empuja hasta la camilla.
Junto a ésta deposita el maletín de herramientas. Conecta a China con su computadora para
monitorizarla.
Alex retira la dermis de las piernas con
extremo cuidado hasta que afloran las averías. Afortunadamente la pierna
derecha supera los test de movimiento, pero la izquierda no. Separa la pierna y
retira la cadera. Del contenedor extrae una articulación y sustituye la dañada.
Desde el otro contenedor coge una bolsa con solución acuosa de protección
temporal para reforzar la unión. Alex vuelve a unir las partes y realiza el
test de movimiento con éxito.
Estira y repone la dermis hasta cubrir todos
los desperfectos. Vuelve a introducir la mano en el contenedor para extraer
otra bolsa con un líquido transparente. En la etiqueta pone: “Complemento
dermis experimental. Grafeno”. Perfora la bolsa y aplica esa especie de
silicona en los dos miembros inferiores, desde la cadera hasta los dedos de los
pies. Con una segunda bolsa completa la aplicación en el resto del cuerpo.
Ayudado por la grúa que hay encima de la
camilla, voltea el cuerpo de China y
acaba la aplicación de la dermis experimental.
—Ahora serás más fuerte —dice con rabia.
Con el escalpelo secciona, ligeramente, la nuca
de China y extrae el conjunto de
discos que forman el cuello. Algunos están rotos y otros desplazados. Cambia el
conjunto completo soldándolo a la columna.
Varias horas más tarde, Alex admira el cuerpo
reparado de China. El chico ha
consolidado una admiración por la chica, un cariño… ¿amor?
Solo queda la reprogramación. Desestima el back up. Esta vez utilizará una
aplicación desarrollada por él (un prototipo para el ejército). Pulsa la tecla
y la transferencia se inicia.
China
despierta. Alex la mira con dulzura. Ella se levanta, sonríe. Se dirige hacia
su salvador y le coge su cabeza. Con cariño acerca su cara a la de Alex y sus
labios se unen. La hubot se separa de
Alex y sonríe. Las manos de China
siguen en la cabeza de Alex, presionan ligeramente, como si masajearan las
sienes de su amor.
Sus manos aprietan hasta que la cabeza explota
como la cascara de un huevo.
China
sonríe.
Muy bueno!!!!
ResponderEliminarGracias Plum.
EliminarEsta historia tiene flashback?
ResponderEliminarNo, nunca he conducido un camión ;)
EliminarEn cuanto leí lo de la reprogramación, ya me oli el resultado.
ResponderEliminarGracias por leerlo
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