Elsa llega tarde a la cita, unas gotitas de agua aparecen en su frente y un desagradable escozor se extiende por todo su cuerpo. Se detiene frente al gran portal dispuesta a agitar el llamador pero antes observa su ropa supervisando que no aparezca ninguna marca que delate su estado. Alisa su vestido con las manos y sacude la enorme campana. En pocos segundos aparece el mayordomo con unas ridículas gafas oscuras.
- Señorita Smith, supongo. Por favor pase, el Señor le esta esperando.
- Muchas gracias. -- Casi se le escapa una sonrisa –
Al atravesar el umbral aparecen unos hermosos tapices con imágenes de caza y unos cuadros goyescos, destacando la reproducción de Saturno devorando a su hijo. Todas las ventanas que dan al exterior están cerradas. Los latidos del corazón de Elsa comienzan a desbocarse sin control empujando para salir al exterior.
El mayordomo se gira hacia ella con una mueca que pretende ser una sonrisa, ¿estará oyendo el tamborileo de su corazón? Mientras le sigue, observa la extremada delgadez de su cuerpo y la palidez de la piel, ascienden por unos escalones que se adivinan más que verse.
La semi-oscuridad y el olor a humedad la enfrían totalmente.
En el techo una enorme lámpara de ocho brazos amenaza con desprenderse a su paso y envolverlos como una gran araña que se abalanza sobre un pequeño insecto.
Llegan al último escalón que está coronado por una alfombra roja y al pisarla parece que la temperatura asciende y el olor húmedo se convierte en una particular esencia.
La ausencia de ruido es extraña… premonitoria.
Se detienen ante una puerta y el mayordomo accede a su interior.
- Señor la visita ha llegado.
- Gracias Ulrich, puedes dejarnos solos.
- Adelante Elsa, pase.
- Gracias Sr.
Dos niños están en la mesa central, dejan de escribir y el hombre se dirige hacia la mujer, con una sonrisa que no impide que los ojos de Elsa se dirijan al parche que oculta su ojo derecho.
- Llega tarde Elsa.
- Le pido disculpas Sr. Van der Ploeg…en el pueblo nadie quería traerme.
- No se preocupe Elsa, no somos muy queridos por los campesinos. Le voy a presentar a Hans y a Berta, sus alumnos. Saludar a Elsa, niños.
Los niños se han levantado e inclinado ligeramente con una expresión de extrema seriedad.
- Buenos días, Elsa. – Al unísono –
- Les dejo solos para que proceda a presentarse e iniciar la primera clase.
Tal y como termina de hablar desaparece por la puerta del fondo. Elsa siente como las miradas de los niños se clavan en su rostro y su corazón vuelve a acelerarse. Los ojos azules y luminosos, penetran en su interior.
Se arma de valor e inicia un dialogo con ellos:
- ¿Que tal niños? Como ya sabéis me llamo Elsa y seré vuestra institutriz.
No hablan solo la observan, lo que vuelve a aumentar la velocidad de sus palpitaciones. A pesar de sus desesperados intentos por disimular la incomodidad sabe que no lo consigue. Insiste en iniciar una conversación.
- ¿Por dónde queréis empezar?
Berta es la primera en hablar y, rápidamente se demuestra quién lleva la voz cantante, su carácter dominante se percibe en su mirada impertérrita y segura de si misma.
- ¿Por qué estas tan nerviosa?, no te vamos a hacer nada.
- No estoy nerviosa,... tal vez algo incomoda por ser el primer día.
- No nos mientas, si vas a ser nuestra institutriz no debes engañarnos.
Elsa abre los ojos a la vez que llena sus pulmones. La mocosa ha debido de interpretar su lenguaje corporal y ha acertado en sus conclusiones.
- Berta, no se puede juzgar a las personas por las primeras impresiones, normalmente nos equivocamos ya que carecemos de suficiente información para que sean correctas...
Berta le interrumpe e incrementa la gravedad de su rostro entornando ligeramente sus ojos.
- Nosotros sabemos cosas que otros no sabrán jamás, vemos lo que nadie ve y oímos los susurros más débiles…
Un golpe en la puerta, por donde se marchó el Sr. Van der Ploeg interrumpe la situación, se abre y aparece fugazmente una persona.
- ¿Quién es?
- Es mi mamá, dice Hans.
- Y también la mía. Añade Berta.
Elsa no puede detener el nervioso parpadeo que parece ralentizar la escena… sabe que la madre murió en el parto de los gemelos. Sin saber cómo, consigue articular una frase aparentando la mayor serenidad de la que es capaz:
- Pero, ¿ella vive aquí?
- Sí. – Otra vez coordinan la respuesta –
La expresión de sus rostros es la prueba de que no mienten. Presa de una gran incomodidad sigue preguntando:
- ¿Dónde duerme?
Esta vez es Berta la que contesta, -- en el sótano --
Involuntariamente comenzó a temblar, gotitas de agua crecen en su frente y en el cuello se forma un extraño picor. Con su mano se frota intentando mitigar la molestia, al retirarla se la mira y descubre que esta manchada de sangre, el desgarrador grito invade la estancia y sus piernas no son capaces de sostenerla.
Llevas una temporada algo "tetrico". Está chulo
ResponderEliminarGracias Halley... tal vez sea pasajero... o no.
Eliminarbuen relato
ResponderEliminarGracies Jordi. Una abraçada.
EliminarMuy bueno, misterioso y muy atrapante.
ResponderEliminarSaludos!
Gracias Orlando.
EliminarTodo para llegar a ese final que haces que volvamos a leerlo. Me gustó.
ResponderEliminarSaludos.
Gracias Pilar por leerlo, es todo un honor. Tiene algunos fallitos pero me salió aceptable.
EliminarPoco sabía a dónde había llegado.
ResponderEliminarMe ha gustado tu concisión y el final está muy bien logrado
Besos
Gracias Mientrasleo. Besos.
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