El camino a casa es corto pero la
oscuridad, la fina lluvia y la borrachera lo convierten en difícil y tortuoso.
Tropiezo y casi me rompo la crisma en la
caída. El incidente me ha despejado ligeramente la cabeza, lo suficiente para
recordar algunas escenas de la fiesta que Blanca organizó en su casa. Nada
extraordinario, lo esperado: risas; reencuentros; proposiciones sexuales y mucho
alcohol, todo dentro de la normalidad… excepto el extraño desconocido que me
presentaron. Tenía las manos calientes cuando me saludó y sudaba en exceso. Seguramente
era africano, con esa piel tan oscura, el pelo cortito y ordenado, los labios
carnosos y los blancos dientes en su sonrisa. Su mirada penetraba en mí y me sentía
desnuda… me dan escalofríos al recordar la conversación:
—Encantado de conocer a la mujer más
bella de la fiesta.—Sonreía mientras estrechó mi mano. Desconozco la razón pero
su mano transfería una humedad ardiente y repulsiva.
—Igualmente, señor.—A pesar de mi
intento de ser educada un mohín delató mi incomodidad. Pero él no se dio por
aludido e insistió.
—En otras circunstancias la secuestraría
y nos casaríamos inmediatamente.—Seguía sonriendo a pesar de la barbaridad que
acababa de decir. La barbaridad del poderoso que puede decir lo que le venga en
gana sin temor ninguno.
—En nuestro país eso es un delito.
Buenas noches. —Se notó que estaba alterada pero no me importó. La conversación
se terminó. Observe su cara, sus dientes blancos con esa desagradable sonrisa
perenne y me fui. Aún tuve tiempo de escuchar la última frase que pronunció,
mientras corría al baño a lavarme las manos:
—Todo puede cambiar antes de que nos
demos cuenta… aunque nos opongamos.
Esa frase quedó en mi mente durante la
fiesta, ni el alcohol fue capaz de hacerla desaparecer. No volví a acercarme a
ese tipo y cada vez que él se aproximaba, yo huía hacia otros invitados. Toda
la noche me sentí perseguida por su mirada. Me veía con un saco negro en la
cabeza, arrastrada por sus fornidos guardaespaldas e introducida en el maletero
de un coche…
Un repentino calor en mi nuca pone mis
sentidos en alerta. Giro bruscamente y un gato corre. Nada más, aunque me
siento observada… ¡maldito porro!
Mi corazón está acelerado. Cualquier
ruido altera mis nervios.
Otra vez. Ahora son pasos apresurados
que retumban en el callejón. No hay equívoco, vienen en mi dirección. Ha sido
una locura ir sola a estas horas. Una voz aparece antes que el rostro.
—¿Se encuentra bien, señorita?—Un traje
azul, casi tan oscuro como la noche, se hace visible.
—Sí, agente. —Me mira con una mezcla de
descaro y preocupación.
—¡Pero está sangrando en la frente, su
falda parece rasgada y su camisa sucia!
Observo su cara, un policía joven de
apoyo nocturno. Intento restarle importancia a la situación que se ha creado en
su mente, parece más asustado que yo.
—No pasa nada, agente. Me caí dos
manzanas más atrás. Vengo de una fies…
—¿La fiesta de Blanca Cuesta? — Su
rostro se relaja.
—Efectivamente, y estoy un poco… —El
inoportuno estornudo salpica al policía.
—Bebida —comenta mientras se limpia la
cara con la manga—. ¿Quiere que le acompañe a casa?
—Muchas gracias, agente —alzo la mano y
señalo con el dedo—, me temo que acabo de llegar.
—Buenas noches, señorita. Estaré cerca
por si me necesita—Qué descaro, se insinúa sin cortarse un pelo.
—Buenas noches, agente. Gracias por
preocuparse.
Tres escalones y por fin llegaré a casa.
Al introducir la llave, una sombra
alargada recortada contra la luz de la farola se mueve, durante un confuso
instante mi sangre hierve. Enfoco bien la vista pero no se ve nada. ¡Maldito
porro!
La ducha mitiga el repentino dolor de
cabeza. A pesar del jabón y del refregón que le he dado a mis manos persiste la
sensación de ardor.
El baño comienza a girar. Consigo
arrodillarme y sujetarme a la taza del wáter. Allí regurgito el contenido de mi
estomago. Me quedo flotando con la mente vacía; sudando; desconectando; en el
suelo, sin sentido.
______________________________________________________________________
Un nuevo sábado ha llegado. El dolor de
cabeza y las náuseas no han desaparecido en toda la semana, día a día se han
incrementado. He tenido resacas memorables pero esta es perpetua. Mi cabeza va
a estallar. Estoy muy débil y apática. Me duele todo el cuerpo y, además, tengo
diarrea. Afortunadamente conseguí cambiar la guardia en el hospital y este fin
de semana no trabajaré. Cojo una botella de agua y un vaso camino de la cama.
El despertador retumba en mi cabeza… No,
no, es el teléfono. Intento incorporarme luchando contra los dolores y el ardor
de cabeza. Vuelvo a caer en la cama. Toso y parece que mi pecho es perforado
por miles de cuchillos. El teléfono deja de sonar.
Consigo abrir el cajón de la mesilla,
después de tirar la lámpara, cojo la caja de ibuprofeno, me hago con dos pastillas, las meto en la boca y me
bebo todo el vaso de agua. Me encuentro más aliviada. El agua ha calmado la sed
que ignoraba tener. La habitación se mueve y vuelven las arcadas. Debo tener
fiebre. Me vuelvo a dormir en contra de mi voluntad. Con los ojos cerrados me
rasco el brazo izquierdo. Ahora me escuece y mi mano se moja. Entreabro los
ojos, parece sangre. La vista se desenfoca. No puedo mantenerme despierta.
Vienen recuerdos:
El hombre negro, africano… recuerdo que
le llamaron Teodorín, para diferenciarle de su padre, el dictador guineano
Obiang. Sonreía, decía estar contento de haber
podido huir de su país, de llegar a la civilización, de dejar atrás al temible
virus que había matado a muchas personas… Maldito Teodorín, maldito agente patógeno…
Muy bueno, me ha gustado mucho
ResponderEliminarMuchas gracias, Roberto.
EliminarBueno, bueno. Estoy impresionado, el final, me ha dejado clavado en la silla.
ResponderEliminarEmpiezo a leer con la curiosidad que siempre me provocas, y poco a poco, la ansiedad se ha apoderado de mi. Rápida y efectiva escritura, y en consecuencia, rápida y efectiva lectura. Ha llegado al temible final con las manos sudorosas, calientes....
Gracias Gabi. Me alegro de que te haya causado lo que pretendía.
EliminarMantienes la tensión hasta el final,bien llevado el relato,una incursión de Jose en la no ficción lo que cuenta bien podría pasar hoy mismo.
ResponderEliminarGracias Luis. De vacaciones y leyendo... me alegro. De momento esto es ficción y esperamos que no deje de serlo. Un saludo.
EliminarQué tensión. Muy chulo.
ResponderEliminarGracias Desirée.
Eliminar