PRÓLOGO
Soy Gabriel, Gabi para mis amigos. Han transcurrido veintidós años desde el
asentamiento de la primera colonia terrestre en Marte, de los primeros cien
hemos pasado a más de medio millón de colonos.
Han llegado personas y personajes de todo
tipo, en su inmensa mayoría maleantes y gente de mal vivir, pero no importa, ya
cambiarán o morirán. Las normas son estrictas y de obligado cumplimiento, la
supervivencia en la colectividad, es el premio.
Quinientos veinticinco mil engañados y
estafados en sus sueños de riqueza que trabajarán hasta la extenuación para la
terraformación de Marte. Nunca regresarán.
Repartidas por el ecuador, las bóvedas que nos
permiten sobrevivir, se han modernizado y multiplicado por diez mil aumentando
las peticiones de recursos ya de por si escasos y limitados. El consumo
energético necesario no puede suministrarse con las infraestructuras actuales.
Recuerdo aquella famosa frase de los albores
de la era espacial “Houston, tenemos un problema”.
Nuestro Houston es el Centro Bradbury, el lugar donde se coordina y legisla,
donde resolvemos nuestras complicaciones y el más grave es la energía; por
ello, hemos diseñado y fabricado unos aerógrafos más potentes, con bobinas de
almacenamiento especiales que transportan cien veces más energía que las
anteriores.
El nuevo aerógrafo resultante debe implementarse
a los actuales del norte, dicho de otro modo, tenemos una misión fascinante y
peligrosa; con medios limitados: una persona (yo) y un dirigible con doscientos
aerógrafos.
El fracaso en la misión representaría un
retraso industrial y colonial irrecuperable, por lo que no se contempla.
PASO
1
Glen, el
coordinador general de la Comisión Energética y vicepresidente de la
colonia marciana, me ha citado en su despacho a primera hora. A la llegada al edificio
Mariner el Ordenador Central me
permite el acceso, estoy en su base de datos de visitantes de acceso pleno.
La vía mecánica que me trasladará al despacho
de Glen esta señalizada por una línea
luminosa azul en la pared, unida a una luz en el suelo. Sigo las instrucciones
del O. C. y pongo mis pies sobre la luz, una atracción potente me impide
despegarlos del suelo y comienza el desplazamiento. Instantes más tarde observo
que la línea azul termina en un haz de luz blanca, evidentemente es el final
del trayecto, así me informa el O. C.
—Gabi,
puedes pasar, el vicepresidente Cooper
llegará en siete segundos.
El despacho esta perfectamente iluminado, no
se percibe desde donde emana la luz que lo envuelve todo. Frente a mi,
perfectamente alineadas de tres en tres, doce pantallas holográficas conectadas
a diferentes ubicaciones de Marte y la Tierra; varias de ellas reportan datos
que no entiendo, mi curiosidad crece, pero es cercenada por la aparición de Glen, uniformado y elegante como
siempre.
—Hola Gabi,
¿Qué tal te va?
Glen conoce
exactamente mi situación y con la ironía que se merece, contesto.
—Casi tan bien como a ti, Glen.
Un rasgo característico del “Jefecito” es su perfecta organización
del tiempo, por ello va al grano inmediatamente
—Gabi,
irás de expedición al Polo Norte. Dispones de un dirigible cargado con doscientos
aerógrafos de nueva generación, de un robot experimental diseñado por el doctor
Joseph Kas, el propio doctor y tú
mismo.
Con verdaderos esfuerzos por aparentar la serenidad
que no siento, replico.
—Glen
no necesito compañía, los nuevos aerógrafos se instalan solos, simplemente se
abre la compuerta, se les dirige desde la nave a su punto de ubicación y se
activan automáticamente. No es necesario que me pongas ayudantes, junto a mi PPC me basto y me sobro para realizar mi
trabajo.
Glen
respira profundamente antes de hablar.
—Gabi,
te lo diré de otra forma, este proyecto experimental es una imposición de la
Tierra, pertenece al proyecto ToLearn.
El robot interactuará en las situaciones en las que se le solicite y aprenderá
de ti, del diseño de los aerógrafos, de la operativa de lanzamiento y
ubicación…
Mi interrupción no se hace esperar.
—Es simple, escoge a otro, yo no voy. Ya sabes
que no necesito compañía, no quiero ser la mamá de nadie.
Con una sonrisa engatusadora y con mucha calma,
Glen añade.
—No me dejas terminar y tampoco me has oído, también
aprenderá de ti.
Parece que el tiempo se ha detenido. La mueca
de Glen me ayuda a retornar a la
discusión.
—¿De mí?
—Exactamente, de ti. Eres intuitivo e
imprevisible y es lo que buscan.
El silencio me ayuda a pensar. Ahora soy yo el
que sonríe.
—Si es un halago te lo agradezco…pero ya te lo
he dicho, escoge a otro.
Los ojos de Glen dejan de brillar, sus maxilares se aprietan… me acojona.
—Gabi
es una orden. El nuevo robot es una unidad experimental que puede cuestionar las
acciones y reacciones de los humanos en cualquier situación. Si existen
adversidades, el robot las analizará e incluso ayudará a subsanarlas. —Detiene
el discurso y toma aire. —Gabi, no
existe nadie como tú en todo el sistema solar del que pueda aprender esa
unidad; tus reacciones son dignas del mejor de los ordenadores, tu análisis
resolutivo roza la perfección siempre.
—¿Y el doctor? —Mi voz expresa resignación y Glen lo lee en mi cara.
Más relajado, Glen contesta a mí pregunta.
—El doctor Kas
analizará al robot, básicamente al cerebro quántico mixto de Rob, ese es el nombre tan original que
le han asignado. El doctor estudiará sus reacciones ante cualquier situación o
acción. Además, almacenará la técnica de instalación de los aerógrafos para
transferirla a los robots que harán las instalaciones en el futuro. Saldrás
pasado mañana, esta tarde te presentaré a tus acompañantes, ¿comemos juntos?
PASO
2 – Día 1
Inicio la maniobra de despegue. El robot me observa
en silencio. Joseph manipula su PPC, la conexión directa que analiza y
monitoriza todos los movimientos cerebrales de Rober.
Recuerdo las palabras del Jefecito… “el nuevo robot es una unidad experimental que puede
cuestionar las acciones y reacciones de los humanos en cualquier situación”.
¿Qué quiso decir?
Acabo de vincular a Rachel, mi PPC, al ordenador
de la nave, así dispongo de toda la información necesaria para nuestro viaje
gracias a las conexiones con los satélites Aqua
y Storm. Siento los ojos de Rober en mi nuca.
Mientras remontamos hasta la altura prevista, Rachel activa los sistemas de alerta
temprana que predicen la aproximación de tormentas en el suelo marciano y de
tormentas espaciales. Rachel se ha
unido a los satélites, a la red Dube de
sensores y a los pequeños observatorios ubicados en las bases marcianas, los
situados cerca de los polos del planeta y los ubicados en el ecuador, con lo
que dispongo de una visión total de la superficie marciana, permanentemente
analizada por Rachel; todo ello nos
permitirá actuar con rapidez ante cualquier imprevisto. Control total.
El viaje al Polo Norte será largo, entre
cuatro y seis días, dependiendo de las condiciones climatológicas. Rachel, ha comenzado a analizar los
datos de la ubicación prevista para los aerógrafos, corrigiéndola y adecuando
una nueva ubicación, si es necesario. El verano no es época de grandes tormentas,
aunque existen posibilidades de que puedan desarrollarse focos locales de
intensidad alta.
Tras cuarenta minutos de silencio y trabajo
continuo, la nave se estabiliza y emprendemos el viaje hacia el norte.
Rober parece
querer hablar y espera a que me libere de los arneses de sujeción.
—¿Gabriel?
Mis ojos se fijan en los suyos y me pregunto
como es posible tal perfección en una máquina, las cejas y pestañas son… tan reales.
—¿Qué ocurre, Rober?
Con rostro inexpresivo y parsimoniosa lentitud
dialéctica, me suelta su reflexión.
—Las conexiones que utilizas para conectar tu PPC son lentas y puedes mejorarlas
utilizando las de grafeno13…
No lo dejo terminar
—Pero bueno, ¿no quedamos que tu solo
opinarías cuando se te preguntara?
Joseph
interviene para suavizar mi airada reacción.
—Disculpa Gabriel, ha sido culpa mía, he activado
una opción para que su participación sea proactiva, analizando lo que ocurre en
cada momento y aportando mejoras, si es posible.
Tras un reflexivo silencio, no se muy bien que
decir.
—Doc,
tu estás acostumbrado a ellos, yo no… espero adaptarme lo antes posible, —mis
ojos se dirigen a Rober— disculpa mi brusquedad, continua por favor.
Ni se
inmutado, no se ha ofendido por mi tono de voz
—El
grafeno13 es la nueva aleación que se ha utilizado en parte de mis
conexiones internas, siendo un cableado muy resistente y de alta conductividad
en flujo de datos.
No tengo ni la mínima idea de que me está
hablando, ¿grafeno13?, entiendo que
es la treceava evolución de ese material, pero poco más.
—Gracias Rob.
—¡He dicho Rob!, ya lo tengo aceptado
como un igual, ¡joder!
Se me ha ocurrido un pequeño juego.
—Rob,
supongo que debería desmontarla para ubicar ese material, ¿verdad?
—Sí. —Contesta sin vacilar.
Ahora lo tengo donde quería.
—Oye Rob,
¿a ti no te importaría que te hicieran algo así?
Rápidamente contesta, no necesita pensar.
—No, y ocurrirá varias veces en mi tiempo
operativo, son mejoras que ayudarán a que mis quehaceres sean más productivos
para vosotros, los humanos.
Todo eso dicho sin cambiar ninguna facción en
su cara. Es indiscutible la razón le ampara.
El resto del día es de trabajo, programación,
revisión, cruce de datos, proyecciones y previsiones y… vuelta a empezar. Rob, en silencio, revisa todos mis movimientos
y reacciones, no me dice nada, simplemente observa. Si tuviera una PPC calcularía en paralelo todo lo que
yo hacía, pero no la necesita, él es una PPC
andante.
Una vez terminadas las programaciones, el
viaje debe transcurrir sin incidencias, todo está previsto y las ubicaciones se
recalculan a la vez que la ruta se optimizaba.
Rob se
percata de que hemos terminado.
—Gabriel, ¿me permites conectarme con Rachel?
Un ramalazo de ira se apodera de mí
—¡Pero bueno!, ¿estás tonto, o qué?
Inmediatamente lamenté mi impulsiva respuesta,
él no puede saber que Rachel es como…
algo muy especial.
Joseph intervino.
—Gabriel, te recuerdo que es un robot y hay
ciertos detalles que no puede procesar como una persona, aunque en el futuro próximo…
por eso estoy aquí.
Intento frenar mi impetuosidad y vocalizo
despacio.
—A veces pienso que tu eres el Robot y él la
persona, ja, ja, ja. Por cierto, puedes llamarme Gabi.
Por fin arranco una sonrisa de complicidad, Joseph es tan inexpresivo como Rober.
—Me alegra tu buen humor, señal de que todo
esta transcurriendo dentro de lo previsto. Rob
quiere conectarse a tu PPC, no quiere
casarse con ella.
Me siento avergonzado, como un púber al que le
acaban de levantar la novia, aunque Joseph
parecía entenderme muy bien.
—Necesito a Rachel, cualquier fallo en ella nos haría abortar la misión.
Intento disfrazar mis sentimientos con una
verdad, aunque estoy seguro que el daño será inexistente para Rachel.
—Adelante Rob,
conéctate con Rachel y consulta lo que precises, pero no accedas a ningún
archivo que no sea necesario para está misión. El viaje está programado, me voy
a descansar.
PASO
3 – Día 2
Todas la luces y sirenas de peligro se
activan. La nave descendiende sin control a una velocidad endiablada y no
consigo estabilizarla para poder remontar. No sé qué ha ocurrido, pero ninguno
de los sistemas de alerta temprana nos ha prevenido, el espiral de la tormenta nos
ha engullido. Rober me pide
conectarse al ordenador de la nave para poder averiguar que ocurre, yo me lo
miro y asiento… vamos a morir si o si. Repentinamente se produce una sacudida,
una desaceleración brutal y un golpe en mi cabeza.
—¡Joder, qué golpe tan fuerte!
En mi cerebro retumba el impacto seco, mis
ojos se abren y lo que ven es el techo de la nave en perfecto estado. Estoy boca
arriba en el frío suelo enrollado en las sabanas, con el corazón latiendo a hiper
velocidad y empapado en sudor. Vaya susto.
Una ducha reparadora atenúa mi agitación y
relaja mi mente. Mientras el agua micro pulverizada me masajea el cuello y la
nuca, intento alejar los recuerdos del accidente y de la perdida de mi mejor
amigo.
Ligeramente aturdido, pero sosegado, me acerco
al puente de mando, todo está igual que ayer parece que no han descansado. Joseph sigue con su PPC y Rober me mira.
—Buenos días. ¿todo bien?
—Hola Gabi.
¡Rob
me ha llamado Gabi!
Joseph levanta
sus ojos del PPC con rostro
consternado y preocupado.
—Tengo algún problema de comunicación con el
cerebro de Rober, aunque no parece afectarle,
recibo los datos con algo de retraso. Parecen interferencias…
—Siento no poder ayudarte, Joseph.
Mi mirada se clava en los ojos de Rober.
—Hola Rob,
no se exactamente porque, pero tengo la sensación de que me quieres decir algo.
—Gabi,
tu cara muestra signos de que no has descansado bien.
Está pendiente de todo lo que ocurre a su
alrededor, es increíble.
—A nosotros los humanos a veces nos pasa.
Joder parece que quiero hacerle daño con estos
comentarios, “yo soy humano y tu una máquina”.
—Discúlpame. —Segunda vez que pido disculpas a
la máquina—. El mal humor es un efecto colateral por no haber descansado.
—Tengo alguna noticia más que darte…
Miro al doctor y le pregunto.
—Joseph,
¿sigue pensando por si mismo?
—No he cambiado nada desde que ayer le permití
ser proactivo. Aunque quisiera no podría, mi
PPC no funciona bien.
Vuelve a colocarse una especie de minúsculas
gafas y vuelve a su concentración.
—Rob,
¿decías que tenías información para mí?
—Si Gabi,
esta mañana me conecté con Rachel y
repasé las predicciones del movimiento de la tormenta Sandy y realicé cálculos de su avance. Acabo de terminarlos
—¿Y?…
—La tormenta cambiará su rumbo en treinta y
dos minutos, desplazándose hacia nosotros.
Me abalanzo sobre la pantalla de Rachel y compruebo la información.
—Rob
tus proyecciones no coinciden con las de Rachel
y los sensores no indican cambios. Además, el sistema de alerta temprana
tampoco advierte esa situación. ¿No estarás equivocado?
—No.
Sin más explicaciones. Joseph se quita las gafas y los dos miramos a Rob con la boca abierta.
—¿No y nada más que no? —pregunto en cuanto puedo—
¿No nos das ninguna explicación? —grito.
—No existe explicación cuando los datos son
exactos. No he dado una predicción, es una realidad que sucederá en treinta y
un minutos. El cambio de dirección se producirá y la tormenta de polvo se
desplazará hacia la nave a la velocidad de 186 Km/h y de una densidad
9 sobre 10.
—Si no estás equivocado, —observo la nueva información
que aparece en las pantallas. Verifican las palabras de Rob—, la nave no aguantará los impactos del regolito. Debo buscar
un lugar donde resguardarnos.
Me disponía a comprobar los lugares posibles
para refugiarnos a través de Rachel,
pero algo me dice que no es necesario.
—Rob,
¿Algún lugar recomendable donde guarecernos?
—Olympus
Mons. 18º N 133º W. El regolito, en suspensión, que cubre la zona no
dificultará la maniobrabilidad de la nave y los 2,4 Kms. de profundidad permitirán
quedarnos en su interior por espacio de 2 d. 8 h. 38’ 2’’, el tiempo necesario
para que podamos retomar la misión.
Introduzco las coordenadas a Rachel y responde con velocidad, malas
noticias.
—¡Pero está a treinta y tres minutos de
nuestra actual situación! No tenemos tiempo de llegar. ¿No tenemos otra
alternativa?
—No.
Rápidamente, tecleo los datos en Rachel y el resultado…
—Rob,
con rumbo al Monte Olympo, la
tormenta nos alcanzará en veintinueve minutos… ¿Cuál es el porcentaje de
supervivencia? —Pregunto sin levantar la vista de Rachel.
—68,23%.
El éxito de nuestra misión está en peligro,
pero nuestras vidas también.
—Rumbo al Monte
Olympo y que Zeus nos proteja.
Por un momento me pareció apreciar una sonrisa
en el rostro de Rob… la tensión me hace
desvariar. La nave ya está programada para el cambio de rumbo.
—Gabi,
la tormenta nos alcanzará tres minutos antes del comienzo de nuestro descenso.
87, 31% de posibilidades de erosión la nave en algún punto.
—Vaya tela, eres el puñetero noticiero
negativo del planeta, ¿grave?
—No. Las perforaciones podrán ser aisladas y
selladas. El 12% de los aerógrafos puede quedar inservible.
—Voy a cerrar los compartimentos de carga uno
a uno… Joseph, colócate los arneses.
—No conseguirás nada Gabi, el cierre se realiza uno después del otro, la duración de cada
acción es de veinticuatro segundos. —Rob
calcula a toda velocidad
—¿Ochenta minutos? Rob, el cierre manual permite hacerlo en menos tiempo podemos
cerrar varios a la vez… —Me ha sorprendido mi velocidad de cálculo.
—Treinta y tres minutos y dieciocho segundos,
exactamente.
En cuanto quiero darme cuenta Joseph se levanta y tiene claro lo que va
a hacer.
—Voy a la bodega para sellar los
compartimentos de carga uno a uno, dame las instrucciones por radio. Tú eres
necesario aquí.
No puede ser, todo parece un sueño como el de
esta mañana, pero no, es una realidad como la de hace tres años. Mis manos
comienzan sudar mojando los mandos, mi corazón late veloz y en mi frente
comienzan a deslizarse riachuelos hacia mis ojos… aunque esta vez no tengo un
hermano al que proteger, tengo una misión, una nave, una carga, a Joseph y a…Rob, él marca la diferencia de la actual situación, es capaz de
contradecir la lógica, sus proyecciones y recálculos los realiza a velocidades increíbles
y son contundentes, no precisa argumentarlos, como Galileo no argumentaba las
suyas, la matemática es la base de su razón. No soy capaz de recordar cómo se rezaba,
pero esta vez imploro a todos los dioses para que tenga razón.
Una a una, las predicciones de Rob se convierten en realidad. La
situación me recuerda a las viejas comunicaciones en las que se oían las
palabras antes que los movimientos de la boca… ¡sabemos lo que va a pasar antes
de que ocurra!
Verifico los datos de Rob con Rachel y son
exactos, siete minutos más tarde que los que predijo Rob, pero completamente exactos. Envío un mensaje a la base
informando de la situación y de lo que vamos a hacer.
PASO
4 – Día 3. Olympus Mons
Estamos cerca de nuestro refugio, siete
minutos para la llegada y la tormenta nos persigue muy de cerca, quiere
engullirnos, devorarnos… Una lucha de velocidades manifiestamente desigual.
Comienza la fiesta, los impactos están
llegando, maldito Rob, tenía razón.
Joseph sigue
sellando los compartimentos de los aerógrafos a una velocidad endiablada, como
si lo hubiera hecho toda la vida. Su vida peligra y los dos lo sabemos, Rob observa en silencio sin intervenir.
—Fantástico Joseph, gran trabajo. Debes protegerte, los impactos han llegado y
comienzan a dañar la parte de la nave donde te encuentras. —Le animo cuanto
puedo.
—Estoy terminando Gabi, solo faltan dos salas en esta zona y me voy a…
Las comunicaciones se interrumpen.
—Joseph,
Joseph…
No hay contestación, sin embargo, las
pantallas muestran a Joseph como
sella área tras área. La sala anterior acaba de ser perforada, aunque no ha
dañado a los aerógrafos, tampoco lo hubiera hecho a Joseph, su traje le permite unos minutos de supervivencia, pero no
está preparado para una gran rotura del fuselaje, demasiado liviano.
—Joseph,
Joseph… ¿me oyes? —El monitor contesta
por él, “sin recepción de audio”—Joseph,
si me oyes levanta las manos.
Sí, las levanta y las baja inmediatamente. Ha
terminado la última sala y retorna. Los impactos son brutales y las
perforaciones cuantiosas, afortunadamente selladas rápidamente, porque no son
grandes.
—Joseph,
estás en una situación muy peligrosa y tu traje puede estar dañado, desde aquí
no lo observo bien. Vuelve por el pasillo K7, lo tienes a tu izquierda, dos
metros más adelante.
Se produce una gran deflagración detrás de Joseph, el pasillo se ha hundido en el
preciso instante que Joseph gira a la
izquierda.
—Sella, ¡SELLAAAA! —Grito con toda la fuerza de mis pulmones.
Lo ha conseguido por milisegundos, sigue
avanzando…
—¡NOOOO!, Joseph,
Joseph…
El monitor se ennegrece, le falta un minuto
para regresar, la nave comienza el descenso del cráter. Me levanto para ir en
su búsqueda y comienzo a ponerme el traje.
—Gabi,
no es necesaria tu presencia para buscar a Joseph,
no hay ninguna posibilidad de supervivencia para él.
—He de ir… —No quiero creer la evidencia y me
dirijo a por mí traje. Rob, se sitúa
delante de mí.
—No te dejaré salir, mi obligación es
conservarte vivo, son las últimas órdenes verbales que me dio Joseph.
Sueños premonitorios, recuerdos del pasado,
que me tortura… Mis ojos se inundan por la impotencia y el dolor por la perdida
de Joseph. Esta será mi última
misión, si sobrevivo volveré a las cavernas y renunciaré a todos mis cargos.
La situación de peligro máximo ha pasado. Por encima
de nosotros, por la entrada del cráter, la negrura absoluta. El descenso ha
aliviado los impactos letales, la potencia decrece segundo a segundo, el sonido
se atenúa, estamos a salvo.
—Rob,
¿puedes analizar los daños de la nave?
—Sí, Gabi,
sigo conectado a Rachel. La nave se
encuentra sin daños graves. Los trabajos de sellado en el pasillo anexo al
puente de mando están siendo ejecutados, tiempo estimado para la finalización
quince minutos y tres segundos. Las salas de los aerógrafos no tienen ningún
daño destacable, solo la puerta de apertura y los últimos quince metros de los
carriles de expulsión presentan daños, no son irreversibles, aunque su
reparación automática no será completa, es necesario la acción manual para
completarlos. Tiempo previsto para la finalización, cuarenta y ocho horas,
treinta y dos minutos, doce segundos. Las comunicaciones con la base son
imposibles las antenas de comunicación se han dañado de forma irreversible. Nada
más que merezca comentario.
—Las comunicaciones no son importantes nos
tienen controlados con los satélites y la baliza de señalización… ¿Es posible
recuperar el cuerpo de Joseph? —Mi
voz ha temblado ligeramente y mis ojos se han enrojecido más si cabe.
—He intentado rastrearlo, pero no lo detecto.
Tal vez haya sido expulsado de la nave. Imposible comprobación.
Las tareas de descenso automático están
llegando a su fin. El dirigible se posa con suavidad en el fondo del cráter.
—Rob,
estoy agotado, no puedo más. Voy a descansar en la cámara hiperbárica. Por favor,
encárgate de todo… bueno no hay mucho que hacer. —Mis fuerzas comienzan a
flaquear y no quiero que me vea llorar.
Tres horas han transcurrido desde el descenso
y Rob está en la misma posición que
lo dejé cuando me retiré a descansar
—Hola Rob,
¿todo bien?
—Si Gabi,
pareces regenerado.
—Sí, estoy algo recuperado. ¿Tú no necesitas
descansar… o lo que sea, nunca?
—No, no obstante, puedo simular esa necesidad
en caso de precisar una convivencia con humanos que no conozcan mi origen o que
no deban saber quién soy. Mi programación está realizada con los parámetros
adecuados para no crear situaciones de tensión.
—¿El famoso complejo de Frankenstein?
—Exacto. Aunque este tema se ha desarrollado
en innumerables relatos de ciencia ficción, la rebelión de las máquinas contra la Humanidad es inviable.
—¿Por qué?
—Muchos escritores y, sobre todo, Isaac Asimov especularon mucho sobre
ello, partiendo de la base de unas leyes que no podían ser modificadas ya que
eran "formulaciones matemáticas impresas en los senderos positrónicos del
cerebro" y si había intención de incumplir una de las leyes, el cerebro
positrónico dejaba de funcionar produciéndose su desconexión y consiguiente
“muerte”, por tanto, nunca podría ocurrir una rebelión. Es decir, se utilizaba
como recurso literario para crear una atmósfera de incertidumbre consiguiendo
captar la atención del lector.
—Joder, eres una máquina… nunca mejor
empleado. De todas formas, eso es ciencia ficción, pero ¿por qué no puede
ocurrir? ¿Esas formulaciones existen?
—No existen ya que carecen de utilidad. Una
rebelión, como se concibe en las novelas, es imposible e innecesaria ya que
carece de objetivo, la programación de mi centro de procesado limita mis
acciones.
—Pero tú eres un… especial, quiero decir que
tu estas preparado para cuestionar decisiones humanas.
—Correcto para cuestionarlas y razonar sobre
ellas, pero nunca para imponerlas y, mucho menos empleando la fuerza.
—O sea, que algo parecido a las leyes de Asimov
si que tienes en tu “cerebro”.
—No exactamente. ¿Recuerdas que no te deje
salir para intentar recuperar a Joseph?
—Claro que me acuerdo y puede haber sido una
gran equivocación.
—Yo no puedo juzgar una orden de mi
programador solo obedecerla.
—Por tanto, se te puede programar para
realizar acciones que no sean “correctas”
—Sí, aunque debería estar programado para
ello, yo no lo puedo decidir.
—Pero Joseph
no te había programado para protegerme, tú me dijiste que tenías órdenes
verbales.
—Correcto. Mi sistema es escalable y sus
órdenes activaron una forma definida de aumentar el número de algoritmos para
tratar con problemas de mayor coste computacional…
—Rob,
discúlpame no entiendo nada de lo que me dices, no te molestes en explicarme lo
que mi cerebro no va a comprender. Lo que, si entiendo y entendí en su momento,
es que la situación de riesgo la trataste con cálculos lógicos y eso me permite
seguir con vida. Gracias.
PASO
5 – Día 4. Reparaciones
Después de lo acontecido estoy convencido que Rob es necesario en cualquier misión.
Posiblemente, en el futuro tendremos que estar sometidos a las órdenes de estos
cerebros andantes ya que, al carecer de emociones, el razonamiento es lo que
impera en sus decisiones.
Estoy sorprendido por mis pensamientos, hace
unas horas no hubiera pensado así, pero sin él probablemente estaría muerto,
como Joseph… me impidió que actuara
irreflexivamente, aunque… tuve un poco de miedo al verle tan seguro de si
mismo. La verdad es que Rob es el
compañero perfecto, los problemas de convivencia son inexistentes y el poder encontrar
soluciones reales carentes de intuición humana, tranquiliza. Hasta ahora
cualquier sugerencia suya es superior a mis razonamientos o mis impulsos,
incluso a los de mi PPC
Todos estos pensamientos me pasan por la
cabeza manipulando a Rachel, la tengo
muy olvidada. Los trabajos de reparación están siendo realizados a la
perfección y con una rapidez increíble, según Rachel, estaremos preparados para continuar nuestra misión en
treinta y ocho horas. Disponemos de setenta y dos horas para no abortar nuestro
cometido, es decir, una vez iniciemos el ascenso del cráter dispondremos de
treinta y cuatro horas para depositar los aerógrafos en sus posiciones de
activación, en caso de fracaso deberán transcurrir nueve años marcianos para
que se reproduzcan las condiciones óptimas.
Lo peor serían las cancelaciones de los vuelos
desde la Tierra
a Marte con los mineros y el resto de personas que nos enviarían para seguir
poblando el planeta. La gente que la
Tierra no quiere y aleja de su entorno y, lo más importante,
nueve años marcianos sin la llegada del material extraído al planeta madre
significará un colapso financiero de consecuencias imprevisibles.
Rob me
devuelve a la realidad.
—Hola Gabi,
todo sigue la planificación, aunque ya lo has verificado con Rachel.
—Sí Rob,
mientras revisaba las evoluciones de las reparaciones y me aseguraba del buen
estado de los aerógrafos… estaba pensando que será del planeta en los próximos
tres años.
—¿A qué te refieres, Gabi?
—La
Tierra nos enviará más gente para seguir expoliando el
planeta, seguirán llevándose el agua y esquilmarán Marte en muy pocos años. Lo
de la terraformación es una mentira, ellos solo pretenden solucionar los
problemas de la vieja Tierra y nosotros estamos contribuyendo a ello.
—Estas errado Gaby, los planes son conseguir
terraformar Marte para poder enviar personas para habitarlo, de esta forma
descargar la población de la
Tierra hasta niveles aceptables.
—Creo que eres tú el equivocado. Marte es una cárcel
donde nos envían a la escoria que allí no sirve para nada y aquí no les queda otro
remedio que trabajar si no quieren perecer.
Creo haber descubierto un grave error en la
programación del Rob, carece de
malicia no es capaz de pensar en negativo, de colocarse en la posición del
humano que solo pretende conseguir lo que quiere sin ceder ante nada por encima
de los demás.
Es normal, está programado para no dudar de lo
que se le dice… es muy complicado.
—Basta de charla. –Bruscamente me levanto hacia
el acceso de la bodega. He sido muy borde, aunque no parece que le importe. —Saldré
a reparar la puerta de apertura y los últimos quince metros de los carriles de
expulsión de los aerógrafos –comienzo a enfundarme el traje—Tardaré unas dos
horas, no dejes de monitorizarme.
PASO
6 – Día 5. Salida.
Ascendemos por el cráter, la tormenta ha
terminado y el riesgo es nulo, disponemos de treinta y cuatro horas para
culminar la misión. Rob es un alumno
aventajado, el ascenso se ha de efectuar manualmente y lo está haciendo a la
perfección, la verdad es que no tenía ninguna duda cuando le pedí que lo
hiciera por mí. Mis condiciones mentales no son las mejores y mi poder de
concentración parece haber disminuido.
Observó a Rob
y una idea me viene a la cabeza. Espero unos segundos a que finalice el
ascenso, y Rob acciona el piloto
automático para situarnos en el lugar que abandonamos antes de la tormenta.
—Rob.
¿Has intentado localizar el cuerpo de Joseph? –tartamudeo.
—Sí Gabi,
en el ascenso detecté restos de su traje, pero ni rastro del cuerpo
—¿No podemos recuperarlo? —No sé exactamente
para qué, pero me siento obligado.
—No.
Ni le miro, esa es la diferencia entre ellos y
nosotros carecen de emociones, todo es cálculo, programación… nada queda a la
improvisación, por eso nunca serán como nosotros, ¿nunca?... Joder, Rob se acerca en algunos momentos,
aunque parece que prevalece el cálculo.
Retomo la conversación que pretendía.
—Antes de la tormenta, Joseph comentó que tenía problemas para conectar con tu cerebro,
¿tuviste que ver en ello?
—¿Por qué lo preguntas, Gabi?
Sorprendente ha contestado como un humano, con
otra pregunta.
—Rob
según tengo entendido has de contestar a una pregunta directa y además diciendo
la verdad. —Parece que lo tengo acorralado.
—Así es.
—Pues contesta a la pregunta. —Muestro mi
enojo alzando la voz.
—Sí.
—¿Por qué?
—Joseph
me pidió si podía impedir la reconexión de forma voluntaria si no existía
orden.
—Era una prueba? –esto no me lo esperaba.
—Sí.
Joder, no he recordado que no es humano, solo
contesta a lo que le preguntas sin explicaciones.
—¿Cuál era el objetivo de la prueba?
—Ser completamente autónomo.
—¿Y todavía lo… eres?
—Sí.
—Joder.
Quedo en silencio de reflexión, él respeta ese
momento.
El dirigible se encuentra a tres horas del
destino que nos permitirá reanudar la ruta, dispondremos de treinta horas. Me
encuentro solo ante un problema no previsto, sin poder comunicar la situación a
la base…
PASO
7 – Día 6. Llegada.
Treinta minutos para la llegada, treinta minutos
para que empezar a lanzar los aerógrafos, ocho horas para que queden colocados
en posición, tres horas para conectar… estamos al límite solo tenemos un margen
de cincuenta minutos, son los cálculos de Rob,
no puede haber error.
Afortunadamente todo será automático, las
rutas han sido recalculadas y…
—Rob,
¿seguro que estamos a tiempo?
—Las posibilidades de éxito serían del
98,8756% Gabi, … si hubieras reparado
los carriles de expulsión. —Rob,
ahora sí, sonríe.
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