Recobro la consciencia pensando:
¿Qué pasaría si no hubiera tiempo?
En la cama con los ojos
entreabiertos, reorganizo mis ideas: parto de la base, como pensamiento
objetivo, que el tiempo existe y que no es posible detenerlo (es la única forma
por la que dejaría de existir), por tanto no puedo seguir por ese camino.
Debo realizar otro planteamiento. Si
el tiempo se trocea y una parte me pertenece, pensamiento subjetivo, es posible
retorcer el principio. La detención momentánea del tiempo es posible (o tal vez,
simplemente, retardarlo ligeramente) pero no se puede realizar esa acción
sostenida en un infinito periodo ya que esa manipulación, significaría una
monótona inmortalidad no evolutiva de la que carecemos los organismos que se
deterioran.
Ahora lo veo más claro, la ausencia
de tiempo subjetivo solo pueda llegar con la inconsciencia del individuo a la
progresión de ese tiempo, es decir, de manera consciente el tiempo solo pasa
cuando lo percibimos, cosa que no ocurre cuando dormimos, por contra si que lo
hace en el momento que despertamos y miramos el reloj, además, en ese caso,
ocurren dos fenómenos; empezamos a ser conscientes del paso del tiempo y a su
vez, descubrimos que el tiempo anterior ha transcurrido velozmente sin que lo hayamos
percibido a causa de nuestra ausencia.
Es curioso lo fácil que es
concentrarse en una reflexión cuando no tienes otra cosa en la que ocupar tu
mente. El cerebro desarrolla esa extraña capacidad de no asimilar el devenir de
lo acontecido cuando este es superior a tu comprensión y todo se esconde en el
rincón donde ni el recuerdo es capaz de rescatarlo.
Mis sentidos se han activado por
tanto fogonazo mental y por el dolor que producen mis heridas. El blanco de la
habitación penetra en mis retinas y el silencio es el dueño de la estancia pero
en esta ocasión viene acompañado de dos escuderos, la paz y el sosiego, entre
los tres me tranquilizan y el dolor mengua hasta su práctica desaparición.
La cadencia de mi parpadeo disminuye,
mis ojos están más tiempo cerrados, la respiración va perdiendo el compás y la
profundidad, mi piel se pone rígida y todos los músculos se relajan hasta el
punto de que mis esfínteres no retienen nada, todo ello me genera mucha
tranquilidad y me permite pensar con mayor claridad.
Un tema interesante, un instante posible, una realidad segura. Felicidades Josep.
ResponderEliminarGracias Halley. Nos vemos mañana.
EliminarContundente y sólido querido.
ResponderEliminarGracias Quijote.
Eliminarcontundente
ResponderEliminarGracies Jordi.
EliminarDespertarse una mañana con ese pensamiento? Sin un triste café en el cuerpo? Guau¡¡¡¡
ResponderEliminarBrutal, impactante, me ha trastocado y bastante.
Pues lo siento no era mi intención. Simplemente era una reflexión de como el dolor no impide la lucidez del pensamiento. Siempre he pensado que el dolor extremo no se siente tanto como creemos, cuando es tan grande nuestro cerebro lo ignora. No tengo ninguna base cientifica para afirmarlo... es lo que creo.
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