Acto
I
Eran las siete de la
mañana y el ritual acontecía como todos los días desde el pasado veintinueve de
Julio. No importaba si era Navidad, domingo, llovía o hacía calor; Henry
caminaba con el mismo rumbo y número de pasos, ciento cincuenta vueltas a la
manzana para terminar sentado en el portal de su casa durante una hora;
bebiendo agua y cerrando los ojos sin reacción a ningún estimulo externo. Un
trance profundo como un viaje astral del alma sin el cuerpo.
Agazapada tras la
ventana Fiona arrancaba a llorar recordando al hombre atlético y bien parecido
que fue; el hombre vital y enamorado de la vida ejemplo para muchos, incluso
para ella misma…
Desde la muerte de su
mujer y de su hijo había adelgazado hasta extremos insostenibles, su aspecto
era desolador: barba descuidada, cabellos largos y desordenados, ropa
desgarrada y pestilente, andares cansinos y, lo peor su cara… mirada ausente,
perdida… no durará mucho más en el mundo de los vivos aunque su mente ya murió
el día que sus seres queridos desaparecieron en aquel horrible atentado.
Desde entonces como
buena vecina, colega y amiga, intentaba ayudarle pero siempre rechazada volvía
a intentarlo con constancia y con el mismo fracaso.
Henry se había auto
impuesto una muerte lenta, una degradación agónica irreversible, un sufrimiento
in crescendo cuya explosión final sería una muerte horrible por dolor
consentido.
Pero esta vez sería
diferente, Fiona tenía un plan. Había convencido a sus jefes de Korztsweil Technologies para utilizar a
Henry como cobaya en el proyecto de
reprogramación mental que estaban desarrollando para el gobierno,
destinado a los astronautas que pasarían largos periodos en el espacio y que
podían desestabilizarse emocionalmente, perjudicando el trabajo en equipo
desembocando en enfrentamientos violentos e incluso en el suicidio y, por
supuesto, en la destrucción del costoso equipo tecnológico que manejarían.
Su jefe fue tajante.
- Fiona, necesitaremos la autorización
voluntaria de Henry o no podremos realizar ninguna acción en su cerebro. Es una
oportunidad importante para nuestro proyecto pero no la podemos ejecutar
saltándonos las barreras legales.
- Gracias, Dmitry. Estoy segura que su
deterioro mental es reversible y su estado actual me permitirá convencerlo, yo
sigo siendo psicóloga… él ya no.
Acto
II
Henry ha despertado en
una camilla, inmovilizado, rodeado de pantallas, cables y tubos. Sus ojos no
son capaces de fijarse en un lugar en concreto intentando averiguar donde se
encuentra; luces y sonidos irreconocibles no le ayudan a definir su
situación.
Una voz conocida le
distrae de su incomprensión.
- Hola Henry, soy Fiona. No te asustes,
estás desconectado de tu cuerpo solo tu cerebro se encuentra en pleno
funcionamiento. Puedes hablar aunque con cierta dificultad pero si te excitas, los calmantes fluirán, automáticamente, por este
tubo hasta tu cabeza.
Los monitores que
controlan la presión sanguínea y los latidos de su corazón se tornan rojos
activándose un molesto y penetrante pitido.
Henry recibe la primera
dosis de calmante, la siguiente le hará perder el conocimiento por varias
horas. El efecto es inmediato y su mirada se estabiliza en la cara de la
doctora.
- Fiona, ¿Qué me has hecho? –susurra con
una voz gutural casi incomprensible.
- Todavía nada. Voy a intentar salvarte la
vida. Ahora dormirás doce horas seguidas, durante ese tiempo intentaremos
regenerarte físicamente lo mejor posible, supliendo tus deficiencias
vitamínicas y algún que otro aporte necesario, cuando despiertes te explicaré
como vamos a conseguir que te recuperes.
Los ojos de Henry se
inundan de impotencia en forma de lágrimas esforzándose en articular palabras
comprensibles pero solo son audibles las últimas cuatro:
- …No me dejes despertar.
Acto
III
- Hola Henry, sé que me puedes escuchar,
no te esfuerces en acelerar tu despertar. La medicación se metaboliza
lentamente, es normal no te preocupes. Volveré en treinta minutos.
Fiona retorna a la
habitación pasado el tiempo estipulado. Henry ya está totalmente despierto pero
sigue inmovilizado. Le recibe con un gesto de disgusto y le espeta.
- Fiona esto es un secuestro. No tienes
derecho a…
La interrupción por
parte de Fiona es inmediata y su reacción,
contundente.
- No me digas a que tengo derecho, eres tú
el que ha perdido sus derechos y yo quien te los va a devolver.
Se mantienen las
miradas uno al otro y perderá el que primero hable.
- No podrás hacer nada sin mi
autorización. Suéltame y llévame a mi casa.
Ella no se amilana
sigue manteniendo la mirada fija en los ojos de Henry. Tras unos segundos habla
con la calma de quien se sabe ganadora.
- No puedo obligarte ni quiero –sonríe–
simplemente… te convenceré.
- ¡Imposible!, ¡suéltame!
Lo tiene donde quería,
Henry ha sido rotundo, inflexible, dispuesto a mantenerse en su criterio cueste
lo que cueste.
- ¿Y si te digo que dispones de la
posibilidad de volver hacia atrás en tus recuerdos y vivirlos con la misma
intensidad como los viviste?
Tal vez porque lo que
escucha le suena tan bien como increíble, tal vez por los aportes vitamínicos o
porque Fiona le está liberando de las ataduras que le inmovilizan a la camilla;
su cerebro funciona como ya no lo recordaba, equilibrado, reflexivo, atento…
Henry se incorpora y comienza a masajearse el cuello y las muñecas.
- ¿Estoy entendiendo que habéis
desarrollado algún tipo de estimulo en el hipocampo que permite desconectar de
la realidad y rememorar el pasado en el presente?
- Sí. No solo estimularlo, además podemos
recrear una realidad virtual con los recuerdos con un grado de verosimilitud
perfecto, tanto que no será posible distinguir en que realidad se encuentra el
individuo.
Henry se sorprendió
pensando con rapidez, rememorando los acontecimientos minutos antes de la
desgracia. Los tres disfrutando de la primera lección de natación del enano
Michael. Tan solo reían ellos ya que el pequeño no veía claro que sumergirse en
tal cantidad de agua fuera divertido pero estaba decidido. Rose, desde el
inicio de la calle de la piscina y Henry, en la llegada, le animaban
aplaudiéndole y gritando su nombre alabando su decisión, hasta que el niño saltó
y todo se tiñó de luz.
- Quiero… quiero volver a verlos, Fiona.
Acto
IV
- Gracias por prestarte al tratamiento
Henry.
Completamente desnudo,
en posición vertical, con cables adheridos a gran parte de su cuerpo, tubos en
su nariz y una especie de cascos en sus oídos, Henry miraba a su interlocutor;
este estaba rodeado por cuatro personas con bata blanca y mascarilla y, cerca
de ellos, dos mesillas repletas de instrumental que era mejor no preguntar para
que se iban a utilizar.
- Dmitry, gracias a vosotros volveré a ver
a mi familia.
- Vamos a grabar desde este momento todo
lo que ocurra en esta habitación. Fiona te explicará de forma concisa, el
tratamiento al que te vamos a someter y necesitamos tu autorización de forma
clara. Adelante doctora.
Fiona había permanecido
a su espalda revisando dos de los monitores y se acercaba a la camilla
vertical. Su taconeo al andar se había vuelto inconfundible.
- Son tres fases, la primera, que será
continuada en todo el proceso, constará de unas descargas eléctricas con un
sonido específico y de intensidades cambiantes y elevadas; cercanas al stress, directamente al hipocampo. La
segunda fase se iniciará al transformar las proteínas que generaran esos
sonidos, las potenciaremos con el fin de activar las neuronas adecuadas
evocando la situación que queremos recordar a través de las imágenes que
introduciremos en la tercera fase.
- ¿Y dónde están las malas noticias?
Los ojos de Fiona
observan los de Henry, a pesar de la pregunta sabía que la decisión estaba
tomada.
- Es la primera prueba en humanos y
sabemos que dañaremos tu cerebro pero desconocemos si será reversible.
- ¿Me garantizas que los primeros
recuerdos serán los de mi familia en su último día?
- Por supuesto no tenemos otro deseo.
Monitorizaremos todo el proceso y veremos en la pantalla lo que tú verás, lo
que oirás y lo que dirás.
Desde que Fiona le
liberó de la camilla Henry sabía que no se negaría a nada con tal de revivir
los últimos instantes con su familia.
- Doy mi conformidad al tratamiento,
conozco los riesgos a los que me expongo y soy plenamente consciente de mis
actos.
La solemne autorización
hizo que los presentes se miraran unos a otros esperando las órdenes oportunas.
Fiona fue la encargada.
- Adelante, comenzamos el tratamiento.
Ágilmente, los
doctores, divididos en tres grupos de aparatos de control y medición procedieron a activar diferentes
teclados, pantallas y pulsadores.
- Henry, pronto no serás consciente de lo
que ocurre, hemos comenzado a inyectarte ciertos inhibidores y calmantes; más
tarde te inyectaremos algunos potenciadores. Vas a perder la consciencia en
pocos minutos, ¿quieres decir algo?
- Si. Sé que ellos morirán pero cerraré
ese bucle.
Las lágrimas fluyen
mientras Fiona coge la mano de Henry.
Acto
IV
Los gritos le hacen
abrir los ojos a pesar del sueño que todavía le mantiene en estado de sopor.
- ¡Papá, Papá!
Mira el reloj de la
mesilla, son las 07h30’…hoy no va al trabajo… ¡hoy es el gran día, Michael va a
aprender a nadar!
- Hola Michael –Lo sube a la cama y le
abraza, cierra los ojos intentando contener sus lagrimas.
Se gira a su derecha y Rose está a su lado remoloneando, sonríen, hoy será un día único... será el último.
Muy chulo. Me ha recordado a Memory Call en Desafío Total.
ResponderEliminarSaludos.
Gracias por leerlo y opinar Desirée.
EliminarA mí me ha recordado más a Código fuente
ResponderEliminarGracias por leerlo y opinar
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