Como todas las noches inició el ritual de invocación a
las musas para que aparecieran en sus sueños y le ayudaran a continuar con su
novela. Las piedras brillaban con una hipnótica fosforescencia lapislázuli que
aumentaba de intensidad a medida que avanzaba la noche, cuidadosamente las
depositó en la mesilla junto al despertador, el vaso de agua y un montón de
papeles manuscritos.
Estaba cansado pero quería
mantenerse despierto un poco más, deseaba sentirse totalmente agotado. Las palabras de su editor esa mañana
retumbaban en su cabeza:
– Tres meses sin conseguir avanzar
en tu novela es un castigo que no merezco; no serás nadie en el mundo literario
Jules, eres informal y desordenado.
Esta será la noche –se dijo–
Rememoraba su primer viaje a Escocia y
el inesperado encuentro con un monje en la Abadía de Iona. Un anciano que
parecía trastornado murmuraba lenguas incomprensibles con los ojos puestos en
blanco. Se detuvo prestando atención al rezo de tan extraño personaje
desubicado en el tiempo y en el espacio. Cuando se recuperó de lo que parecía
un trance, le habló de unos fragmentos
de roca que llegaron a la Tierra procedentes de un lugar lejano, los guijarros ŝtonoj, le dijo. Aquel hombre de edad
indeterminada, con pocos mechones de pelo en la cabeza, totalmente desdentado y
mirada demente decía ser el enviado de las estrellas. Aquel hombre se incorporó
con una agilidad impropia, le agarró la muñeca derecha y le depositó las tres
piedras en su mano, diciéndole: "Debes colocarlas cerca de tu cuerpo,
entre uno y dos metros, justo antes de dormir. Su proximidad te dotará de la
sabiduría del erudito, la inteligencia del superdotado y la visión del futuro.
Pero cuando tu mente recobre la consciencia todo se perderá, los recuerdos
serán fugaces y deberás aprovechar para transcribirlos, en muchas ocasiones el
tiempo te impedirá reafirmarlos en tu memoria pero la perseverancia te premiará
con el éxito" Aquel anciano con túnica azafrán… Cerró los ojos presa del
cansancio.
Despertó cinco horas más tarde y se abalanzó sobre los
papeles presa de la excitación por los vestigios de sus sueños. Siete
interminables minutos más tarde miró al techo, respiró profundamente y sonrió,
releyó lo escrito y sentenció:
– He terminado “París en el siglo XX”
Relato publicado en el periódico A21 en Febrero de 2014
Lo amo!!!! Mi autor favorito!! Felicidades por tu blog! Me encanta!!!! :)
ResponderEliminarMuchas gracias Emma.
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