16 de febrero de 2236, la tierra tiembla, se resquebraja.
Los
satélites de comunicaciones volvían a orbitar el planeta, fueron programados
para ello, enviaban criptogramas a cualquier aparato que pudiera decodificar la
señal. Recibíamos imágenes de La
Tierra en descomposición… brutales cambios… desde 18.000 metros de
altura se observaban grandes nubes de colores, continuos estallidos de los
restos del cometa penetrando en la atmosfera, rápidos cambios de estructura en
las costas, agua donde no había, tierra que existía… el planeta está mutando... el Caos Azul pasará a ser el habitante, único del planeta.
El
“Efecto Carrington” no perjudicó las comunicaciones con algunos satélites… por
lo menos no todavía. La expulsión de masa solar parecía haber respetado a los
satélites artificiales de la serie Speak y a la Estación Espacial Internacional, que se desplazó hasta Júpiter, protegiéndose de la
proximidad del paso del cometa y de la actividad solar.
Me
encuentro en alta mar, en la plataforma Continental BlueSea.
El
pueblo más cercano se sitúa (se situaba) a 350 Kms. de nuestra posición. (Un
flash en mi mente me recuerda la última vez que fuimos al encuentro de contacto
con el mundo real intentando conseguir distracción para nuestras mentes
embotadas de complicados cálculos y certezas catastróficas).
Hace
unas horas, recibimos un desesperado mensaje procedente de nuestro amigo Jean,
el alcalde de Oldfield: “Después del primer
temblor superior a 6 en ER (Escala Richter) nos han comunicado, evacuación
total… No sobreviviremos… FIN”.
Los
equipos de medición profetizaron un gran terremoto con epicentro a 128 Kms. de
la costa, superior a 9’8 ER, preludio de la gran replica destructiva que
desencadenaría una reacción en cadena planetaria, previsible en su devenir. Un
tsunami de efectos catastróficos era el siguiente estadio, se disponía de 48
minutos, esos eran los cálculos, para poder desaparecer de la zona de influencia
roja, (predicciones de la "Comunidad Científica Ortodoxa”), donde el peligro
de perecer era del 99,9%.
Hice
los cálculos rápidamente, desde el aviso y la activación del protocolo de
alerta tsunami, hasta ahora habían transcurrido 55 minutos, imposible que los
22.000 habitantes hayan sobrevivido, el 80% no habrá superado la zona de
influencia roja violentamente anegada por el agua, el 20% restante … habrá desaparecido
en la gran falla creada a 100 kms del pueblo, un agujero de más de 25 Kms. de
ancho y de largo… sin aproximación...
las aguas no se habian detenido.
Gabi,
Joseph, John y yo seguíamos recibiendo información visual a través de nuestros
tablets personales en conexión con el satélite de comunicaciones Speak.
Todos los estudios y predicciones de los científicos “ortodoxos” habían errado,
la zona roja de seguridad estaba a 335 Kms. de la costa y … ¡ha desaparecido!,
las aguas no han respetado conjeturas ni predicciones, han engullido todo lo
que existía a su paso.
A
pesar de todo lo anterior, dudas humanas por nuestra supervivencia nos habían
asaltado, científicamente no existía base para esas vacilaciones, todos los
conocimientos científicos actuales y los predictivos habían dado como resultado
un bunker inexpugnable y nuestras mentes analíticas nos recordaron que los
sentimientos seguían existiendo.
Nuestra
participación en todas las áreas del programa Continental, diseño,
estudio de materiales, construcción; no debería haber permitido que el miedo
anulara nuestra capacidad de raciocinio, pero ocurrió, por breves instantes,
los que tardó Glen en devolvernos a la realidad rememorando las pruebas de
esfuerzo que realizamos al aproximarnos al Sol, recordó que los resultados
fueron muy superiores a lo esperado, la estructura molecular del material de la Plataforma mutó en un
ejercicio de adaptación tremendamente eficaz,
jamás soñado, por todo ello… seguimos vivos... unidos, más que nunca,
cuatro miembros de un mismo cuerpo, nuestro futuro pasa por aceptar ese
concepto… somos una familia, la única que hemos tenido … la única que
tendremos.
Durante
los últimos 2 años, estuvimos estudiando los cambios que se producían en el
planeta, intentando predecir los futuros movimientos y sus posibles
consecuencias. Desde la primera semana los datos no eran esperanzadores y, como
nosotros, las otras 6 plataformas ubicadas por todo el planeta obtenían las
mismas conclusiones, el planeta iba a sufrir una metamorfosis: conversión en
acuoso 99,6568823%, desapareciendo cualquier atisbo de continente conocido,
sólo quedariá AGUA. Los científicos “ortodoxos” nos acusaban de tremendistas,
agoreros y locos… si pudieran rectificarían.
Joder, como ha cambiado el cuento, os que lo has comvertido en relato corto.
ResponderEliminarTe agradezco que me hayas tenido en cuenta pero ya sabes que tengo claustrofibia. De todas maneras, gracias.