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viernes, 14 de diciembre de 2018

FEMBOT 2.0



ADIÓS

El autogiro se dirige hacia el destino programado. Desde el exterior parece una bala surcando el cielo sin dejar rastro.
A pesar de la velocidad el silencio en el interior de la cabina es sepulcral.
Mikel deja de bucear en el pequeño charco que sus lágrimas han creado a sus pies. Seca sus ojos con la manga del jersey y mira a su madre. Ella sigue con la mirada perdida hacía un infinito inexistente en la pared de la nave.
Iván sorbe su nariz con un sonido sordo. Ya no le quedan lágrimas que derramar. Su abuelo era un todo para él: padre, madre, amigo y sobre todo ABUELO. Un hombre sabio, el consejero certero que siempre estaba en el lugar y en el momento preciso.
Huérfano del faro que le guiaba sabe que ha llegado la hora de navegar solo.
—“¡Cómo te voy a echar de menos!” —grita en el interior de su corazón.

El autogiro se detiene en el aire como el perfecto vuelo cernido del ave que sincroniza el ataque a su presa.
El copiloto se levanta del puesto de control y hace una señal. Mikel comprende que ya han llegado a su destino y se libera del arnés de seguridad. Se levanta de su asiento en dirección al que ocupa su madre. Se arrodilla delante de ella y le acaricia el rostro con suavidad.
—Mamá, ya es la hora —susurra Mikel.
Mercedes alza la cabeza, mira a su hijo y a su nieto, con esa mirada del que no sabe que pasa ni dónde está. Iván se acerca a ellos con pasos vacilantes, un poco mareado todavía y ayuda a su padre a liberar a la abuela de los cinturones de seguridad.
Mercedes parece recuperar el control y les muestra lo que lleva acunado en sus brazos.
—El abuelo sería feliz de vernos a los tres juntos en su despedida —dice acongojada.
—Claro que sí mamá —contesta Mikel esforzándose por contener sus emociones.
Las lágrimas vuelven a brotar en los seis ojos a la vez.
Mercedes se levanta y con una ligera cojera se dirige a la pasarela del autogiro para acceder al exterior. Mikel e Iván la sujetan por los brazos con una presión casi inexistente. Ante la puerta de acceso exterior, el copiloto les espera con algo parecido a unas gafas de sol de aviador antiguo y una casaca térmica con arnés que deben ponerse antes de salir. Una vez equipados, el copiloto les coloca los anclajes de sujeción del arnés a la barra de la pasarela y la puerta se abre.
La luz y el viento se unen al momento. El viento les golpea en la cara con la misma fuerza que una brisa marina, esa brisa que trae el olor a mar, la mar de las vacaciones en Asturias, esas que ya nunca serán igual.
Mercedes reúne toda la energía que le queda para levantar la urna y grita al cielo:
—Juanjo, ¿te acuerdas de nuestra promesa?... “Siempre estaremos juntos incluso en el día que nos tengamos que marchar” … El destino no ha querido que cumpliéramos nuestro deseo… y decidió que tu vida tenía que terminar antes de tiempo… —Mercedes esboza una sonrisa forzada mirando a sus seres más queridos. —Hoy tu hijo Mikel, tu nieto Iván y yo te despedimos… y te digo… hasta pronto, te quiero Juanjo.
Los tres al unísono colocan sus manos en la urna, la tapa se abre mientras retiran sus manos. El polvo grisáceo se escapa volando como la alargada sombra que busca refugio entre las nubes.

INTENTO

Una vez han dejado a la abuela en su casa, Mikel e Iván llegan a la suya.
El silencio sigue presente entre padre e hijo después del triste acto.
Es Mikel quién lo rompe en cuanto llegan a la cocina.
—¿Tienes hambre Iván?
Iván se sienta en una de las sillas de la cocina mientras parece concentrado en algo. Tras unos segundos contesta:
—Papá, estoy preocupado por la abuela.
—Yo también Iván —dice Mikel mientras se sienta en la otra silla.
—Pero ¿te diste cuenta de lo que dijo? —Iván insiste.
—¿A qué te refieres? —pregunta el padre.
—Papá, antes de abrir la urna la abuela murmuró “…hasta pronto…” —tartamudea Iván.
—¿Y cuál es el problema? Ella es mayor y sabe que…
Mikel interrumpe la frase, se levanta de la silla y coge las llaves del auto.
—Ven conmigo, vamos a por la abuela —decide Mikel.

La IA avisa a Mercedes.
—Su hijo Mikel y su nieto Iván solicitan entrar.
La abuela se sobresalta y esconde el coctel de fármacos que estaba preparando en el cajón de la mesa de la cocina. Se recompone la bata de andar por casa y se atusa el pelo.
—Déjales entrar —ordena a la IA mientras se acomoda en el sofá del salón y activa su música— ¡Escuchar Tschaikowsky, El Cascanueces!
Iván entra el primero y corre hasta el salón.
—Hola abuela —dice apurado Iván.
Mikel aparece tras Iván con cara de preocupación.
—Hola chicos, ¿ocurre algo? No hace ni una hora que hemos vuelto de…
—No pasa nada mamá —replica Mikel— la verdad es que hemos llegado a casa y no queríamos comer solos, ¿nos invitas? —miente indeciso.
—Claro que si chicos. ¡Fuera música! —ordena Mercedes mientras se levanta para dirigirse a la cocina.
Mikel e Iván la acompañan un par de pasos por detrás.
—Abuela, ¿tienes macarrones? —comenta Iván relamiéndose.
—Sí, ¿tú también quieres Mikel? —propone Mercedes sin querer mirarle a la cara.
—Gracias mamá —susurra Mikel.
Mercedes teclea en la pared de la despensa y en pocos segundos aparecen tres humeantes platos de macarrones carbonara en la bandeja de salida.
Iván abre el cajón de la mesa para coger los cubiertos y no llega a cogerlos. Mira a su padre con la boca abierta mientras Mercedes corre llorando hacia el salón.

SOLUCIÓN

—Mamá ya lo hemos hablado, necesitas ayuda para superar tu depresión.
Mercedes no responde, mientras Mikel ordena la dirección de destino a su vehículo.
—BOTCORP, Torre Asimov. Despacho Reventlov
El auto inicia la marcha incorporándose a la carretera de acceso al aeropuerto en busca de su destino.
—Te sugerí que contratáramos una persona para que estuviera contigo las veinticuatro horas del día. Me dijiste que no querías convivir con nadie —asevera Mikel retirando la vista de la pantalla.

Mientras atraviesan la radial exterior a Nueva Madrid, Mercedes sigue sin hablar. Su rostro tiene unas ojeras muy marcadas y los labios apretados.
—Mamá, por favor. Es la mejor solución. Tendrás compañía y ayuda. No es un vigilante, es un cuidador —asegura Mikel.
Durante quince largos minutos el silencio fue el tercer ocupante del auto.
Mikel rompe el incómodo silencio y mira a su madre a los ojos.
—Es por tu bien.
Mercedes no contesta mientras acceden al túnel de acceso del complejo empresarial BOTCORP.

Señora Duque… doña Mercedes, —la mirada de Mikel ha sido suficiente para que el comercial rectificara— puede elegir entre androide o ginoide.
—¿Cuál es la diferencia? —pregunta Mercedes.
—Las dos opciones son robots humanoides. Ginoide o fembot se refiere a la apariencia femenina y androide a la masculina, —comenta el asesor a la vez que activa una holopantalla delante de la mesa que ocupan —como observa en las imágenes la diferencia es morfológica, por lo demás son programables según las características y requisitos que se demanden. Doña Mercedes ¿qué es lo que precisa? —dice el asesor mientras consulta el formulario que cumplimentó Mikel.
—No sé… —contesta dubitativa Mercedes.
El asesor no le permite continuar alertado por una ligera tos de Mikel.
—Disculpen debería haber leído antes el formulario. Tenemos muy claro que es lo que precisan, aun así, doña Mercedes, debe elegir la apariencia del bot.
—Gi… Fembot. Decide Mercedes.
—Estupendo doña Mercedes —Pelotea el asesor. —Están de moda las fembot con aspecto asiático. Los psicólogos consideran que transmite más tranquilidad y equilibrio…
Interviene Mikel ante el desconcierto patente en el rostro de su madre.
—Sí, asiática es buena idea. Por favor continúe. —Presiona Mikel.
La verdad es que Mikel no tiene ninguna preferencia, sabe que su madre lo está pasando mal y desea terminar cuanto antes.
—Además esta serie dispone de una programación especial para el cuidado de personas…
Mikel vuelve a toser y el asesor entiende el mensaje.
—Para finalizar solo necesito que me diga el nombre al que ella responderá.
Mercedes piensa unos segundos y se decide:
—Anita.

ENTREGA Y PUESTA A PUNTO

El personal de BOTCORP deposita el cuerpo inerte de la fembot en el sofá del salón.
Mikel y Mercedes la observan mientras los operarios la manipulan. La apariencia humana es perfecta, indistinguible de cualquier otra persona. Parece dormida con aspecto de tranquilidad total.
Uno de los operarios, un tal Antonio, despide a los otros dos y se queda al mando de una pequeña pantalla. Muy serio teclea y queda a la espera de respuesta. Unos pocos segundos después nos mira con una sonrisa. Parece que todo ha ido bien.
—Doña Mercedes, desde está tableta —el técnico muestra la pequeña herramienta a Mercedes —podrá acceder a… —consulta en ella —Anita. Podrá activarla, ponerla en posición carga, desactivarla, reprogramarla…
Mikel interviene.
—No se preocupe Antonio, la queremos en posición automática, de forma que la recarga se haga cuando sea necesario y nunca haya una desconexión total.
—Perfecto señor. Una vez aplicado ese formato solo podrá cambiarse a través del código de acceso original del que ustedes disponen en el contrato suscrito con mi empresa. Si están conformes procedo a la activación del modo AUTO.
Mercedes observa a Mikel y él es quién habla.
—Adelante.
—Bien —dice el técnico manipulando la tableta —en estos momentos se está completando el primer ciclo de carga para su funcionamiento, este proceso se repetirá cuando su carga llegue al mínimo del doce por ciento, dicha carga se ejecutará a través de cualquier punto inalámbrico de acceso de red. No se preocupen por la seguridad, el sistema utilizado por el enrutador de… —vuelve a mirar la tableta —Anita para la conexión, tanto de carga como de volcado de datos, está basado en la criptografía de la identidad, un tipo de criptografía asimétrica que convierte al dispositivo en único y no crackeable… Por cierto, si no modifican la configuración, la carga se efectuará con el equi… con Anita en marcha, sin desconexión y con sus facultades en pleno funcionamiento.
—Perfecto, —interrumpe Mikel —entendemos que una vez disponga de la carga total se activará y actuará según lo programado, ¿correcto?
—Si señor. Aproximadamente en dos horas se levantará del sofá, como si despertara de una siesta, les reconocerá e interactuará con ustedes como un miembro de la familia más.

ANITA

Y allí están Mikel y Mercedes, sentados en el sofá de enfrente del otro sofá donde está sentada Anita.
Mikel observa con atención a Dolores. Sus ojos cerrados con los párpados vibrando ligeramente, cejas poco pobladas, cutis liso y juvenil, pelo negro recogido con una coleta, labios rosados y finos que parecen sonreír. Sus manos, delicadas de dedos largos reposan en su regazo. Debajo de su vestido-pantalón se pueden apreciar sus brazos delgados y piernas estilizadas. Los pies están protegidos por unas botas negras que aparentan ser látex. Si fuera una mujer diría que está al límite de la delgadez, aun así, su cuerpo parece fibrado sugiriendo fuerza y potencia.

En un despiste de Mikel y Mercedes, Anita abre los ojos, parpadea repetidas veces y en silencio fija la mirada en Mercedes y luego en Mikel.
—Buenas tardes Mercedes. Hola Mikel.
Los dos dejan de hablar y giran la cabeza hacía la fembot y esos ojos grises y luminosos les absorben.
Mikel consigue articular algunas palabras.
—Ho-hola… Anita.
Mercedes no consigue cerrar su boca.
Anita desliza sus manos hasta las rodillas y con un impulso se incorpora del sofá.
—Mercedes, estoy a su disposición para lo que precise. Mi programación contiene los horarios y costumbres de las que ustedes informaron a BOTCORP. —Su voz es suave, amigable, clara y armoniosa. —Seguiré esas instrucciones y todas las que me den.
La IA de la casa interrumpe la conversación.
—Mercedes, Iván está en la puerta.
Por fin Mercedes reacciona.
—Déjale entrar.
Iván entra en la casa como si estuviera compitiendo en una carrera de cien metros lisos.
Cuando llega al salón frena casi derrapando.
—¡Uala! ¡qué guapa!
Mikel y Mercedes sonríen mirando a una inexpresiva Anita.

CONFESIONES

La visita a Mercedes se ha alargado más de lo esperado. La cena se ha terminado y Anita se dispone a recoger la mesa. Mikel se ofrece a ayudar. Iván hace ademán de levantarse y su padre niega con la cabeza.
—Iván, no hace falta que nos ayudes. Quédate con la abuela charlando mientras recogemos.
Mikel recoge la botella de agua y los tres vasos. Observa a Anita y su habilidad para llevar los platos, los cubiertos, el zumo, las servilletas, los manteles y las pastillas de su madre, todo a la vez.
—“¡Qué habilidad tiene Anita! A pesar de la carga su movimiento es ágil y firme”. —Piensa Mikel.
Anita entra en la cocina. Deja la carga encima de la mesa y se gira para recibir la de Mikel.
—No te preocupes ya la llevo yo —responde Mikel.
Anita pretende volver al salón, pero Mikel se lo impide.
—Espera unos segundos Anita.
Inexpresiva, Anita mira a Mikel.
—¿Necesitas mi ayuda Mikel? —comenta Anita.
—Necesito explicarte algo muy importante y necesito toda tu atención y compromiso. Sé que, en tu programación como en la de todos los bots, priman tres asuntos fundamentales: proteger a los humanos, obedecer sus órdenes y protegerte a ti misma.
—Así es Mikel.
—Bien Anita. ¿Si las órdenes que te dé un humano pretenden hacer daño a otra persona o a ella misma…?
Ni siquiera me deja terminar.
—Imposible procesar esas órdenes y por tanto no las puedo cumplir. Conozco el motivo principal por lo que estoy aquí. Dispongo de sensores que me permiten monitorizar las constantes vitales de las personas a distancia e interpretar las modificaciones que sufran. No permitiré que tu madre sufra ningún daño ni se lo autoinflija.
La programación de Anita incluye todas las respuestas e indicaciones que di en el cuestionario y en la entrevista personal con la psicóloga de BOTCORP, la doctora Calvin.
Es muy extraña la sensación de tranquilidad y paz que emana Anita. No recuerdo haber estado tan bien en las últimas horas como en la cena.
—Mucha gracias, Anita. Iván y yo nos quedamos más tranquilos. Puedes marcharte.
Mikel observa como sale de la cocina y juraría que ha sonreído.
—No es posible —Niega con la cabeza, mientras se sonríe de su ocurrencia. 

A SOLAS

Mercedes y Anita despiden a Mikel y a Iván en la puerta de la casa. El auto se aleja en silencio ganando velocidad hasta desparecer por la esquina de la calle.

La fembot cede el paso a Mercedes al interior de la vivienda. Una vez dentro, Mercedes cambia su semblante y pierde la sonrisa. Vuelven los labios apretados, la mirada perdida y los pensamientos sin futuro.
—Me voy a dormir, estoy cansada —murmura.
Mercedes no tiene más ganas de hablar, solo de descansar.
—Te acompaño y te ayudo Mercedes —contesta Anita.
Su voz ha sonado menos aséptica que de costumbre, ha sido contundente y a la vez sedante.
Se acuesta bajo la supervisión de una Anita que la observa en silencio.
A Mercedes le parece extraño que tras un día como este sea capaz de descansar, de poder dormir sin darle vueltas a la cabeza, de… los ojos ya no se le abren y la mente reposa.

Hace tiempo que no utiliza despertador, su reloj natural la despierta todos los días a las siete de la mañana. Pero hoy ha sido distinto, el despertar se ha acompañado a un olor peculiar: a tostadas recién hechas.
Mercedes se levanta. Va al baño. Al salir de él coge su bata y se dirige a la cocina, siguiendo el agradable efluvio del pan tostado y el sonido de su música preferida: Música de las Esferas de Mike Oldfield.
—Buenos días Mercedes, te he preparado el desayuno —dice Anita sin emoción.
—Hola Anita… ¿cómo has sabido que me estaba levantando y el desayuno que tomo? —dice una más que desconcertada Mercedes.
—El formulario que cumplimentasteis me ayuda a saber cosas sobre ti y tus hábitos sobre todo al principio. Después iré asimilando lo que ocurre día a día.
Mercedes se acomoda en la silla y la empuja hacia la mesa. Ahora, ya no solo el paladar se le hace agua, la vista lo incrementa a toda la boca: dos tostadas, mermelada de melocotón, mantequilla y zumo de naranja.
Anita se retira ligeramente dándole espacio a Mercedes.
Mientras desayuna, Mercedes tiene la sensación de que la bot ha sonreído.
—“No puede ser” —piensa mientras niega con la cabeza.

Quince agradables minutos se han terminado, los recuerdos del día anterior han vuelto llenar su mente. Ya no queda espacio para vivir la vida. Se lamenta que Juanjo ya no esté con ella, que no puedan seguir con sus planes, las vacaciones en la playa, el viaje soñado en el ascensor espacial…
—Mercedes ¿qué te apetece hacer hoy?
Mercedes alza la mirada del plato a la cara de Anita. Ha ocurrido algo muy extraño, ha pasado de querer morirse a sentir una ligera euforia. Ha dejado la tristeza a un lado para sentir ganas de vivir. Las tripas se remueven con sonoridad. Recuerda los paseos bajo la lluvia recibiendo el agua en su cara y oliendo la tierra mojada. Sola en la senda del campo, cerca de la casa de sus padres en Asturias. Observando a las ardillas que trepan nerviosas hacia sus agujeros para resguardarse de las primeras gotas. El verde en toda su extensión cromática, el de las hojas de los árboles, el de la hierba, el del moho de las rocas, el del agua estancada en el pequeño riachuelo… El conejo que la mira, moviendo su nariz con curiosidad antes de salir zumbando hacia uno de los numerosos agujeros que tiene cavados alrededor de la roca.

El flash desaparece. Se sorprende de no haber derramado las lágrimas que empezaban a asomar en sus ojos hace unos segundos. Ha oído la voz de Anita y todo ha cambiado.
—¿Q-qué? ¿cómo? —logra articular.

Ahora sí, Mercedes ve sonreír a Anita.


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