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jueves, 23 de diciembre de 2021

El fin de la soledad. Relato Navidad 2021




José intenta incorporarse, pero lo único que consigue es ese ataque de tos persistente que le acompaña estos últimos días. Estira el brazo para alcanzar el tetrabrik de vino y se lo acerca a los labios. Lo empina tanto que el rojo tinto rebosa y cae sobre su barba cana pringando, más si cabe, la roída y sucia camisa, si se puede seguir llamando camisa.

—Joder, se ha acabado —dice lanzando el envase contra la acera. El tercero de la noche.
El eructo se ha oído en todo el callejón. Su mansión como dice él.
Remueve el saco donde se esconden sus pertenencias, maldiciendo e insultando a todos los santos.

—Mierda, no hay más —grita llorando como un niño perdido, mientras cae sobre su cama de cartones y pestilentes mantas.
Y lo está, perdido, solo y borracho.
Cierra los ojos un instante y los vuelve a abrir en otro ataque de tos que le obliga a incorporarse.
Aun con resuello advierte una figura al contraluz de la farola de entrada al callejón.

—Joder ¿Ahora Papa Noel viste de negro? Jajajajaja, estoy borracho.
—Lo estás, pero no soy Papá Noel.
—¿Y quién eres? ¿Y ese palo que llevas? —dice temeroso
—No importa. Ya no pasarás las navidades solo nunca más.

jueves, 23 de noviembre de 2017

MIND UPLOADING EN EL CANAL DE ROD VOX



El amigo @_RodVox narra el relato MIND UPLOADING. Enlace a youtube

Cuento corto de José Cascales. --------------------------------------------------------------------------------------- Tomado con permiso de: https://josepcascalescf.blogspot.com.... --------------------------------------------------------------------------------------- ARTE: https://fweak.deviantart.com/art/neur... FONDO MUSICAL: https://www.youtube.com/watch?v=sh9gC... --------------------------------------------------------------------------------------- Twitter: https://twitter.com/_RodVox Facebook: https://www.facebook.com/pg/RodVox08

sábado, 6 de septiembre de 2014

SEPTIEMBRE, 2014. EL COMIENZO DEL FIN



El camino a casa es corto pero la oscuridad, la fina lluvia y la borrachera lo convierten en difícil y tortuoso.
Tropiezo y casi me rompo la crisma en la caída. El incidente me ha despejado ligeramente la cabeza, lo suficiente para recordar algunas escenas de la fiesta que Blanca organizó en su casa. Nada extraordinario, lo esperado: risas; reencuentros; proposiciones sexuales y mucho alcohol, todo dentro de la normalidad… excepto el extraño desconocido que me presentaron. Tenía las manos calientes cuando me saludó y sudaba en exceso. Seguramente era africano, con esa piel tan oscura, el pelo cortito y ordenado, los labios carnosos y los blancos dientes en su sonrisa. Su mirada penetraba en mí y me sentía desnuda… me dan escalofríos al recordar la conversación:
—Encantado de conocer a la mujer más bella de la fiesta.—Sonreía mientras estrechó mi mano. Desconozco la razón pero su mano transfería una humedad ardiente y repulsiva.
—Igualmente, señor.—A pesar de mi intento de ser educada un mohín delató mi incomodidad. Pero él no se dio por aludido e insistió.
—En otras circunstancias la secuestraría y nos casaríamos inmediatamente.—Seguía sonriendo a pesar de la barbaridad que acababa de decir. La barbaridad del poderoso que puede decir lo que le venga en gana sin temor ninguno.
—En nuestro país eso es un delito. Buenas noches. —Se notó que estaba alterada pero no me importó. La conversación se terminó. Observe su cara, sus dientes blancos con esa desagradable sonrisa perenne y me fui. Aún tuve tiempo de escuchar la última frase que pronunció, mientras corría al baño a lavarme las manos:
—Todo puede cambiar antes de que nos demos cuenta… aunque nos opongamos.
Esa frase quedó en mi mente durante la fiesta, ni el alcohol fue capaz de hacerla desaparecer. No volví a acercarme a ese tipo y cada vez que él se aproximaba, yo huía hacia otros invitados. Toda la noche me sentí perseguida por su mirada. Me veía con un saco negro en la cabeza, arrastrada por sus fornidos guardaespaldas e introducida en el maletero de un coche…

Un repentino calor en mi nuca pone mis sentidos en alerta. Giro bruscamente y un gato corre. Nada más, aunque me siento observada… ¡maldito porro!
Mi corazón está acelerado. Cualquier ruido altera mis nervios.
Otra vez. Ahora son pasos apresurados que retumban en el callejón. No hay equívoco, vienen en mi dirección. Ha sido una locura ir sola a estas horas. Una voz aparece antes que el rostro.
—¿Se encuentra bien, señorita?—Un traje azul, casi tan oscuro como la noche, se hace visible.
—Sí, agente. —Me mira con una mezcla de descaro y preocupación.
—¡Pero está sangrando en la frente, su falda parece rasgada y su camisa sucia!
Observo su cara, un policía joven de apoyo nocturno. Intento restarle importancia a la situación que se ha creado en su mente, parece más asustado que yo.
—No pasa nada, agente. Me caí dos manzanas más atrás. Vengo de una fies…
—¿La fiesta de Blanca Cuesta? — Su rostro se relaja.
—Efectivamente, y estoy un poco… —El inoportuno estornudo salpica al policía.
—Bebida —comenta mientras se limpia la cara con la manga—. ¿Quiere que le acompañe a casa?
—Muchas gracias, agente —alzo la mano y señalo con el dedo—, me temo que acabo de llegar.
—Buenas noches, señorita. Estaré cerca por si me necesita—Qué descaro, se insinúa sin cortarse un pelo.
—Buenas noches, agente. Gracias por preocuparse.
Tres escalones y por fin llegaré a casa.
Al introducir la llave, una sombra alargada recortada contra la luz de la farola se mueve, durante un confuso instante mi sangre hierve. Enfoco bien la vista pero no se ve nada. ¡Maldito porro!

La ducha mitiga el repentino dolor de cabeza. A pesar del jabón y del refregón que le he dado a mis manos persiste la sensación de ardor.
El baño comienza a girar. Consigo arrodillarme y sujetarme a la taza del wáter. Allí regurgito el contenido de mi estomago. Me quedo flotando con la mente vacía; sudando; desconectando; en el suelo, sin sentido.

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Un nuevo sábado ha llegado. El dolor de cabeza y las náuseas no han desaparecido en toda la semana, día a día se han incrementado. He tenido resacas memorables pero esta es perpetua. Mi cabeza va a estallar. Estoy muy débil y apática. Me duele todo el cuerpo y, además, tengo diarrea. Afortunadamente conseguí cambiar la guardia en el hospital y este fin de semana no trabajaré. Cojo una botella de agua y un vaso camino de la cama.

El despertador retumba en mi cabeza… No, no, es el teléfono. Intento incorporarme luchando contra los dolores y el ardor de cabeza. Vuelvo a caer en la cama. Toso y parece que mi pecho es perforado por miles de cuchillos. El teléfono deja de sonar.
Consigo abrir el cajón de la mesilla, después de tirar la lámpara, cojo la caja de ibuprofeno, me hago con dos pastillas, las meto en la boca y me bebo todo el vaso de agua. Me encuentro más aliviada. El agua ha calmado la sed que ignoraba tener. La habitación se mueve y vuelven las arcadas. Debo tener fiebre. Me vuelvo a dormir en contra de mi voluntad. Con los ojos cerrados me rasco el brazo izquierdo. Ahora me escuece y mi mano se moja. Entreabro los ojos, parece sangre. La vista se desenfoca. No puedo mantenerme despierta. Vienen recuerdos:


El hombre negro, africano… recuerdo que le llamaron Teodorín, para diferenciarle de su padre, el dictador guineano Obiang. Sonreía, decía estar contento de haber podido huir de su país, de llegar a la civilización, de dejar atrás al temible virus que había matado a muchas personas… Maldito Teodorín, maldito agente patógeno…

sábado, 5 de julio de 2014

La justicia siempre llega - Justice always comes




Tantas horas de huida me han vaciado todas las reservas de energía. Mis piernas dejan de responder, las rodillas se doblan sin permiso y mi cara impacta contra el suelo. Van a atraparme, he de continuar. Me incorporo y corro hacia esa casa que mis ojos no consiguen enfocar.
La puerta está abierta. Alguien la ha abandonado con prisas. Subo las escaleras y me desplomo al entrar en una habitación. Esta vez me cuesta levantarme, hasta mis brazos se niegan a ayudarme. Consigo llegar al interior del vestidor. Mi corazón se queja, cada latido me provoca un ardor insoportable. Intento acompasar la respiración… el silencio desaparece con la llegada de voces lejanas.
Huelo la proximidad de esos monstruos, los imagino relamerse, reírse, sus ojos enrojecidos… Desean torturarme, matarme… ¡Malditos!
No dejan de hacer ruido, de gritar mi nombre pero ya no tengo fuerzas para huir, seguiré escondido, sin moverme, casi sin respirar… tal vez pasen de largo, tal vez no me vean, tal vez… ¡quieren mi sangre!
Ya llegan. Suben las escaleras hacia la habitación, parecen tres, demasiados para este cuerpo cansado y malherido, tal vez pueda con alguno pero sucumbiré matando.
-          ¡Ya estamos aquíiii, Frank! Esta vez no escaparáaaas.
¡Alimañas! Se sienten vencedores al percibir a su presa acorralada.
Abro la puerta y salgo a su encuentro. Tres linternas me iluminan y me abalanzo hacia ellos gritando:
-          ¡No me clavaréis las estacas!
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So many hours of escape have emptying me all energy reserves. My legs don´t answer, knees bent without permission and my face bumps against ground. They will catch me, I must continue. I sit up and run toward that house my eyes can´t focus.
The door is open. Someone has left it hurry. I climb the stairs and I came down when I entered in a room. I find it hard to get up this time, even my arms refuse to help me. I managed to get to the dressing. My heart whimpers, every heart beat brings me an unbearable burning. I try to mark the rhythm of breathing…. Silent disappears when far voices arrive.
I smell those monsters proximity, I imagine them gloating, laughing, their eyes blushed…The want to torture me, kill me… ¡Damned!
They keep making noise, shouting my name, but I don´t have strength to escape, I´ll continue hidden, without moving, almost breathless… perhaps they pass by, perhaps they don´t see me, perhaps…they want my blood!
They are coming. Climb upstairs to the room, they seem three, overmuch for this tired and wounded body, perhaps I can beat someone but I´ll succumb killing
-           We´re hereeee, Frank! This time you´ll not escaaaape.
Vermins! They fell winners perceiving their prey cornered.
I open the door and go out to meet them. Three lanterns lighted me and I pounce on them screaming:

-           You don´t nail me the sticks!