Leonardo antes de
Leonardo
(Destino
prefijado)
Desde
el alféizar de la ventana se deja caer, iniciando un vuelo silencioso hasta el
campanario de la iglesia. Apostada tras la menor de las campanas comienza la sesión
de sonidos chirriantes y estridentes dando paso a un siseo sonoro y metálico
que aumenta de volumen, la lechuza disfruta de la noche histórica.
En
el cielo, la blanca princesa de la noche aparece acompañada de su corte de
diminutas luces que adornan su negro manto y en las callejuelas adoquinadas,
retumban los pasos presurosos que se dirigen a dar la bienvenida a un ser
inmortal.
Hoy
es sábado 15 de abril de 1452 «la tercera hora de la noche», tres horas después
del Ave María: las diez y media.
Lejos
del lugar, Messer Piero Fruosino
di Antonio se lamenta de su mala suerte, un inoportuno viaje de la cancillería
le impide llegar a tiempo para presenciar el nacimiento de su hijo. A pesar de
los esfuerzos a los que somete a su cochero, la fatiga se apodera de los
caballos y es necesario reponer fuerzas. Se detienen en una posada a algunas
leguas de Florencia.
Tras
una frugal cena, el cansancio vence a Messer Piero y un insolito sueño
acontece:
“Seres humanos son engullidos
por extraños aparatos metálicos, sin ofrecer resistencia. Algunos vuelan expulsando
bolas ardientes de sus entrañas dirigidas a la ciudad, otros recorren el
escarpado terreno velozmente a pesar de su gran volumen y otros se sumergen en
el mar desarrollando desplazamientos increíbles.
En el cielo, extrañas lonas
sustentan el lento descenso de figuras humanas expulsadas de un artefacto aéreo
similar a un gran tornillo y en el mar, desde naves flotantes, hombres
embutidos en voluminosos trajes y con la cabeza cubierta con una gran copa de
cristal se arrojan al mar.
Desde la ciudad se observan
atronadoras explosiones acompañadas de objetos incandescentes que surgen de
grandes cilindros en movimiento gobernados por personas en su interior, el
fuego se dirige veloz hacía las edificaciones impactando con ellas, modificando
sus formas, disgregándolas y reduciéndolas en pedazos humeantes entre colores,
azulados, rojos y amarillos.
De repente aparece una gran
burbuja voladora que recorre el cielo velozmente, su tamaño crece por su aproximación.
Se detiene muy cerca de mí y en su interior aparecen dos siluetas humanas, una
señora sonriente y su vitruviano acompañante observándome en silencio.
El caos se desvanece,
el silencio se hace presente y una potente luz invade la estancia, aparece un
monje de hábito blanco murmurando una plegaria cada vez más clara: “El León creará
el futuro, El León ruge mientras ardo,…”
En
su violento retorno a la consciencia, Messer Piero recuerda y repite la última
frase, “León ruge mientras ardo”,
susurra la primera y última de las palabras
LEON – ARDO, ¡Leonardo, mi hijo ha nacido!
José
Cascales Vázquez (25/01/2013)
Un muy interesante relato, me resulto muy agradable su lectura. Espero poder seguir leyendo mas de sus obras.
ResponderEliminarMuchas Gracias. Esta es tu casa.
EliminarPrometedor comienzo. Queremos más :)
ResponderEliminarGracias Nieves.
EliminarYa, creo, que he decir que tienes esa virtud. Lo lees rápidamente y no porqué quieres, sino porque el texto te lleva a ello. En un fugaz momento se termina, y quieres mas.
ResponderEliminarNo solo me ocurre con este relato, sino con la mayor parte de relatos que has escrito.
Gracies Gaby. Me alegro que te pase eso, intento imprimir ritmo a lo que escribo, aunque a veces me paso. En este caso, al ser tan corto creo que está muy bien medida la acción.
EliminarUn buen relato, como todos los tuyos, que se leen muy amenamente.
ResponderEliminarGracias Jordi.
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